Aperos

Hemos creado este Blog, a partir de la publicación on-line del libro "Aperos y Objetos Olvidados", con la idea de compartir con vosotros un patrimonio que con los años se está perdiendo, historias de objetos, historias de costumbres e historias de personas, en definitiva nuestra historia. Un abrazo a todos y esperamos que disfrutéis de su lectura.

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© Jacinto Ruiz Carmona. Con la tecnología de Blogger.
En sí un envase o recipiente tiene como función principal preservar, contener, transportar, informar, expresar, impactar y proteger al producto que contiene. A lo largo de nuestra historia los seres humanos hemos utilizado envases para almacenar y proteger alimentos y bebidas. Estos han ido evolucionando a la par que los seres humanos y se han adaptado a nuestro entorno y nuestras necesidades.

En la prehistoria y el paleolítico se utilizaban envases que se encontraban en la naturaleza tal, sin ser modificados, como troncos de árbol, rocas con huecos, conchas marinas, hojas, etc. A medida que fuimos evolucionando se fueron modificando los productos que teníamos a nuestro alcance como pieles y vejigas y se adaptaron para albergar distintos productos. En el mesolítico ya sabíamos modelar barro y trenzar hierbas para hacer envases, y en el Neolítico aprendimos a cocer el barro y hacer vasijas. Griegos y Romanos utilizarían vidrios, botas de tela y barriles de madera, así como botellas, tarros y urnas de barro cocidos.

Con la revolución industrial y el desarrollo de las vías férreas se hizo posible el traslado de grandes cargas en forma rápida y económica. La creación de sistemas de distribución que permitía transportar productos a una larga distancia fue la clave en el desarrollo de nuevas formas de embalar y envasar, pero en las zonas rurales se mantuvieron los envases tradicionales hasta prácticamente nuestros días. ¿Quién no ha bebido agua de un botijo, no ha cogido chorizos de una orza o no le ha robado galletas a la abuela de las ollas de la alacena? En esta entrada queremos mostrar algunos de estos envases tradicionales, que poco a poco se están quedando sin uso y su utilidad dentro de nuestro entorno rural.

Las zafras y los jarros para el aceite

Las zafras de las casas eran unos recipientes donde se almacenaba todo el aceite del año, tenían una capacidad de hasta 30 arrobas (cada arroba son 16 litros). De las zafras se sacaba el aceite a recipientes más pequeños y manejables llamados alcuzas o jarros para el consumo diario.

Zafras de aceite

Jarros y alcuzas de aceite

Lecheras y cántaras para la leche.

Las cantaras son las de mayor tamaño, en las que se transportaba la leche desde las vaquerías a las lecherías y las lecheras eran los recipientes en los que la gente transportaba la leche hasta sus hogares. Aún recuerdo acompañar a mi abuela a la lechería de “los Bonis” a por un cuartillo de leche.

Cantaras y lecheras

Cántaros, botijos y zaques para agua.

Los cántaros se utilizaban para transportar el agua desde las fuentes a los hogares. Luego se vertía en los botijos, que son más manejables para poder beber o en las orzas, donde se almacenaba para el uso en la cocina principalmente. Cuando había que llevar el agua al campo en verano se usaban los zaques, fabricados con la piel de cabrito curado, la piel era del cabrito entero, no tenía cortes y se mantenía el pelo por fuera para mojarlo y mantener el agua fresca en verano toda la jornada.

Cantaros en las cantareras, que era donde se depositaban para mantenerlas aisladas del suelo
Zaque perteneciente a Jacinto Ruiz. Lo fabricó su vecino Faustino

Pellejos para mieles y aceites.

Los pellejos se utilizaban cuando se querían transportar principalmente miel. Al igual que con los zaques se fabricaban a partir de pieles de cabrito enteras y se curtían por dentro para poder limpiarlas y mantenerlas en buen estado.

Pellejos de cabrito utilizados para el trasporte de miel.

Orzas, las grandes para agua y las pequeñas para la matanza.

Como hemos comentado anteriormente en los hogares había orzas de gran tamaño para almacenar el agua que se utilizaba en la cocina, para fregar, para higiene y demás tareas domésticas. Las de pequeño tamaño se usaban para almacenar los productos de la matanza, los chorizos, la manteca, los lomos, huesos y costillas e incluso el pan, estas eran cilíndricas con tapas de barro.

Orzas de agua y matanza

Cubas y bombonas para el vino.

En las cubas, recipiente de mayor tamaño, se almacenaba el vino a granel y estaban fabricadas en madera. Para uso doméstico se utilizaban las bombonas, de vidrio recubiertas de esparto o de caña.

Cuba de vino

Bombonas recubiertas de caña con tapón de corcho

Sacos y costales para harinas y cereales.

Los sacos se fabricaban con yute o arpillera para que pudieran traspirar y que no se pudrieran los cereales y las legumbres que albergaban. Todos tenían el mismo volumen, contenían fanega y media de cereales. Los costales se fabricaban con lonas, son altos y estrechos, pudiendo medir hasta 1,30m de altura y servían para almacenar harina.

Esta es tan sólo una pequeña muestra de la inmensa cantidad de envases que se podían utilizar para almacenar y trasportar alimentos y bebidas en las casas de nuestros abuelos.

Costales de harina

Esperamos poder recopilar más envases para próximas entradas. Asimismo admitimos todas las sugerencias que se os ocurran. 

Referencias:

packaging-di.blogspot.com

Almargen.com (Fuentes de la información: Matias S. Perez, España y Prof. Ing. Walter Francisco Salas Valerio, Universidad Nacional Agraria La Molina)

Reproducimos un articulo escrito por C. Rodrigañez en la Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento en 1883, sobre la evolución de las herramientas y utensilios para realizar la siega y como estos han ido evolucionando en el tiempo. Partimos desde herramientas básicas como la hoz, ya utilizada en el neolítico, y acabamos con ingenios precursores de las actuales cosechadoras. La evolución desde el momento en el que acaba el articulo hasta la actualidad ha sido evidentemente enorme, pero no podemos olvidar como se ha realizado la siega a lo largo de milenios y el esfuerzo que ha supuesto a la humanidad; por eso nos ha parecido interesante recuperar este trabajo. Sin más os dejamos con el ameno articulo del citado C. Rodrigañez.

Siempre, en todos los ramos del saber humano y en sus múltiples aplicaciones á la vida social, es de gran importancia recurrir á la historia, “ese monumento eterno que recibe la herencia intelectual de las generaciones para salvarla de los naufragios del tiempo y los olvidos de la tumba:” la provechosa enseñanza del pasado nos guía en el presente y anima y sostiene la esperanza en lo porvenir; los reveses y obstáculos vencidos fortifican el ánimo en la lucha constante del progreso.

La historia de la agricultura, siguiendo paso á paso la marcha de la humanidad, retratando fielmente su situación en las diversas fases que en su largo camino ha atravesado, presentándose pobre y extensiva en las primeras edades, rica y floreciente en aquellos pueblos que alcanzan mayor cultura de todos géneros, no sólo nos indica que el bienestar moral y material están en razón directa y casi subordinados á la prosperidad de los campos, sino que también hace germinar la fe más ciega en las reformas científicas y en los adelantos modernos.

Figura 1: la siega en Egipto hace 6.000 años.

En España, donde, entre otras causas, el espíritu de la rutina se opone al desarrollo de las innovaciones agrícolas; aquí, donde la máquina más perfeccionada lucha con las antiguas prácticas y aun llevando á su lado el éxito es vencida, los ensayos son casi siempre de consecuencias funestas; desgraciado el que inventa, modifica ó introduce cualquier mecanismo ó trata de implantar algún cultivo; si desde el primer momento no consigue realizar todas las ventajas que se propone, las críticas más duras y las consecuencias más descabelladas llueven sobre él, sin tener en cuenta que á veces la operación depende de un detalle imprevisto, y que una vez conocido el tan criticado sistema, puede redundar en beneficio inmenso para la clase labradora. A nada de esto se atiende, la atmósfera desfavorable se esparce envolviendo todo lo que desconocido y difícilmente y á costa de grandes esfuerzos puede desvanecerse. Por esta razón todo lo que tiende á destruir ese espíritu antireformista, lo consideramos digno de la mayor atención y creemos que los estudios históricos de la mecánica agrícola pueden contribuir en gran manera á este objeto.

Hoy que el problema de la siega mecánica está completa y satisfactoriamente resuelto; hoy, que la misma máquina, con gran economía de tiempo y de dinero, librando al hombre de una penosa faena hecha bajo un sol canicular, siega la mies, agavilla y deposita los haces uniformemente en el suelo, vuelvan la vista nuestros labradores al pasado, vean las metamorfosis que ese mecanismo ha sufrido para llegar al perfeccionamiento que tiene, y digan después de conocido todo esto, si no es injusticia notoria contrarrestar el impulso de la agricultura hacia las mejoras modernas ya ensayadas, y entorpecer con la apatía ó la oposición más ruda el espíritu reformista, cuando hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse en gran estima por ser preludios de conquistas tan grandiosas como las obtenidas en el material agrícola.
Figura 2: maquina de segar de los galos.

Desde el momento que el hombre trazó el primer surco en la tierra y abandona la vida errante del pastoreo, los cereales, el trigo entre ellos, crecen al lado del hogar, figurando como uno de los principales alimentos: desde los tiempos más remotos se conocen las fiestas de la abundancia. Cuando llega la época de la siega, ya sea en una ú otra forma, todos los pueblos han celebrado esta solemnidad consagrada á Ceres, cuyas sacerdotisas abren la marcha en la procesión del trabajo.
Figura 3: máquina de segar de los romános.

Las noticias que á nosotros han llegado de las primeras edades, comprueban que el cultivo, y por consiguiente la siega de los cereales, cuentan unas ejecutorias tan largas como las de la humanidad. No los encontramos en las primeras edades de la India, donde la fertilidad del suelo y su espontánea y exuberante vegetación evitaban toda clase de cultivo; pero ya en el Egipto, en las orillas del misterioso Nilo, encontramos en las tumbas y en los templos numerosos restos de su escritura jeroglífica, que revelan, no sólo la explotación de los cereales, sino también los procedimientos que para recogerlos se empleaban: ejemplo de esto es la figura 1 copiada de una tumba que indica la forma en que se hacia la siega en Egipto hace seis mil años.
Figuras 4 Primera guadaña perfeccionada de los antiguos
Figura 5 Hoz de los antiguos.

Los diferentes instrumentos que para la recolección se han empleado son muy diversos, y de ellos nos ocuparemos más tarde; las máquinas segadoras, en cambio, hasta época muy reciente son escasas, y en la antigüedad sólo se conocía un sistema, debido, según todos los autores, á los galos; esta máquina, ya conocida en la Galia cuando ésta se hizo romana en costumbres y en lenguaje en tiempo de Vespasiano, es la misma que adoptaron más tarde los romanos. Según las descripciones de Plínio y Palladio, consiste en una especie de carro montado sobre dos ruedas que lleva en su parte anterior una plancha con un número variable de dientes, según la extensión que se quiera abarcar, y una especie de ranuras por las que se introduce la espiga, cayendo en la caja del carro: un buey enganchado en la parte posterior de aquél, la imprime movimiento, y la espiga se separa de la paja, pero sin ningún aprovechamiento de ella. Esta máquina es lo mismo en la Galia que en los campos romanos, según puede verse por la figura 2 y por la 3 que tomamos, así como algunas otras, de un folleto publicado por Mr. Pilter.
Figura 6: Ani Ani empleada en Java.
Figura 7: hoz usada en España.

Figura 8: hoz dentada de los antiguos.

La segadora de los galos desaparece de la práctica por completo, sin duda alguna, cuando el aumento de terreno cultivado hizo disminuir los pastos y obligó á aprovechar la paja para alimento del ganado; pero si de máquinas no encontramos vestigio en un largo período de tiempo, no sucede lo mismo con los cuchillos, hoces y guadañas que se emplean en la siega á brazo, que se multiplican afectando formas muy variadas, según su destino y los pueblos que los usan. Las narraciones, medallas y monumentos antiguos indican algunos de estos instrumentos, entre los que podemos señalar la primera guadaña perfeccionada de los antiguos (figura 4) y la hoz, también contemporánea de la anterior, figura 5, el Ani Ani, cuchillo usado por los naturales de la isla de Java, figura 6, y la hoz, todavía generalizada en España con una curvatura más ó menos pronunciada en la hoja y un mango terminado por una ligera eminencia, según puede verse en la figura 7, que sirve para sujetarla mejor.
Figura 9: hoz dentanda del Reino de Valencia.

Estas hoces, de curvas más ó menos pronunciadas, también se usan con la hoja dentada, variando muchísimo de forma; en la antigüedad ya se conocía la que representa la figura 8, que se encuentra en los manuscritos de Hexiodo y á este género pertenece también la usada en el reino de Valencia (figura 9).

La necesidad cada vez mayor de aprovechar las pajas modifica las formas de las hoces generalmente empleadas, y las guadañas con un mango de mucha más longitud las sustituyen en el aprovechamíento de rastrojos y en la siega de forrajes. La inmensa comodidad que proporciona al obrero y por consiguiente el mayor trabajo de ésta, generaliza bien pronto estos útiles, que se han ido modificando notablemente; desde la guadaña representada en la figura 4 pasa á la que indica la figura 10, que ya presenta la ventaja de que puede por la forma de su mango manejarse con ambas manos. Más tarde se adoptó la guadaña de cortar forrajes (figura 11), teniendo como tipo intermedio por la mayor longitud de un mango la guadaña de forma de gancho hoy empleada en Suecia por las espigadoras (figura 12).
De arriba hacia abajo: figura 10: guadaña para cortar rastrojos; Figura 11: guadaña para cortar forraje; figura 12: gancho para espigar; figura 13: guadaña usada en el canton de Appenzel.

A las guadañas de mango largo se añade más tarde algunos agarraderos ó se dá desde luego al mango forma á propósito para manejarlo fácilmente con las dos manos, y de estas modificaciones resultan diversos tipos entre los que podemos contar el representado por la figura 13 usado en el cantón de Appenzel y bastante generalizada en diversos países.
Figura 14: guadaña con soporte de red usada en Suecia.

Los instrumentos de la siega á mano sufren una nueva reforma; á fin de sostener la paja de los cereales ó los forrajes á medida que se van cortando y de facilitar la formación de gavillas, se añade al mango de la guadaña un soporte que puede ser de red, como el empleado en Suecia (figura 14), ó puede ser de madera de poco peso y doble, como indica la figura 15, que representa un sistema muy conocido en todos los países.
Figura 15: guadaña de doble soporte.

Figura 16: tijeras inventadas por Meores.
Figura 17: maquina de Taylor.

Con estos instrumentos se ha ejecutado la siega en todos los países hasta mediados del siglo presente, pues aunque se ha tratado de sustituir las hoces y guadañas por otros instrumentos, no han dado resultado alguno. En 1830 Meores inventó unas grandes tijeras montadas sobre dos ruedas (figura 16).

Taylor, en 1751, idea también la máquina que representa la figura 17, y que consiste en un disco al que se imprime movimiento con la mano y éste á su vez lo trasmite á una hoz, y todo ello vá montado sobre cuatro ruedas. Pero los inconvenientes que estos nuevos aparatos ofrecen hacen que se trate ya con verdadero ahinco de inventar máquinas más perfeccionadas para la siega. Desde 1785 se trabajaba activamente en el asunto, y en Inglaterra se presentaron varios modelos de escaso resultado. En 1811 Smith inventa en Escocia una nueva máquina que se creyó mucho más práctica que las anteriores, basada en el empleo de una sierra giratoria situada en la base de una rueda que se pone en movimiento por un sistema de engranaje, según puede verse en la figura 17.
Figura 17: Maquina segadora de Smith.

Nuevos ensayos y reformas de todos géneros se intentaron con poco éxito, hasta que en 1826 el reverendo Patrick Bell ideó la segadora que lleva su nombre (figura 18) , que llamó poderosamente la atención en los diversos ensayos con ella practicados. Sin embargo, en Inglaterra no fué bien acogida, y hasta que se presentó la de Mr. Mac-Cormick, de los Estados Unidos, no se extendió su empleo en la agricultura inglesa; una vez aceptada esta máquina, se ha reformado, constituyendo los diversos sistemas que ya conocen los lectores de la GACETA AGRICOLA, hasta llegar á las segadoras agavilladoras más perfectas.
Figura 18: segadora de Patrick Bell.

A la ligera hemos indicado la historia que las máquinas y procedimientos de siega han seguido, y creemos que después de conocida, no dudarán nuestros labradores lo que al principio les decíamos: hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse muy en cuenta, pues son la base, en la mayor parte de los casos, de conquistas de mucha importancia y de verdadera utilidad práctica.

C. RODRIGÁÑEZ.
Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento
Segunda época Tomo VIII
Octubre a Diciembre de 1883

Nota: en el articulo se numeraban las figuras siguiendo la correlación existente en toda la gaceta. Para facilitar la lectura hemos renumerando las figuras.
La fanega, la arroba, la vara o el celemín eran medidas de uso común para medir distancias, superficies y volúmenes. La globalización y adopción de patrones internacionales ha llevado a que estas medidas sean relegadas por otras como el metro, la hectárea o el litro, que son las usadas actualmente. En todo caso, sigue habiendo países o regiones que continúan conservando sus medidas propias, me imagino que por costumbre y tradición, así encontramos que en Gran Bretaña miden las distancia en yardas y se beben la cerveza en pintas o en Estados Unidos las superficies las miden en acres.

Celemín y medio celemín. 8 celemines forman una fanega, se utilizaban para medir cereales y legumbres.


En esta entrada vamos a mostrar una serie de equivalencias entre medidas en desuso hoy con las actualmente utilizadas. Es posible que cuando leamos escritos o documentos de hace unos años nos encontremos con medidas como la fanega o el estadal y siempre es útil conocer su equivalencia. Tenemos que indicar que la vara fue impuesta como medida universal de longitud por Felipe II, pero su introducción como medida viene de tiempos de Alfonso XI (1348).

Es curioso como se relacionaban entre sí las medidas de superficie y de volumen. Así encontramos que una fanega era una medida de superficie y a su vez era una medida de volumen. La relación entre ellas era clara y con un componente práctico muy útil para el agricultor. Por ejemplo, el trigo plantado en una fanega de tierra al cosecharlo ocupaba un cierto volumen, que también se llamaba fanega.

Esta forma de definir medidas también tenía sus inconvenientes; como la producción de una fanega variaba entre zonas encontramos que cada población acababa teniendo sus propias medidas, lo que dificultaba el comercio. En base a un Real decreto de fecha 9 de diciembre de 1852 se intentó estandarizar el patrón para medir superficies a partir de la longitud de la vara de Castilla, y así nacen lo que se denominan unidades de Marco Real.  

Encontramos un articulo muy interesante de titulo la Fanega como medida de superficie escrito por Teofilo Ruiz Lorente y de Juan Caballero de la Calle en el que analizan las diferentes equivalencias de lo que se denominaba fanega en diferentes pueblos y comarcas de España. Señalamos que en la bibliografía citan con gran profusión trabajos del almodovense Manuel Corchado Soriano. Recomendamos su lectura y os lo animamos a que lo descarguéis pinchando en el titulo del articulo. Sin más os dejamos con las equivalencias:

Medidas de Longitud
Pie = 0,279 metros
Vara (castellana) = 0,8359 metros = 3 pies
Braza = 1,674 metros = 2 varas
Estadal = 3,344 metros = 4 varas = 2 brazas
Legua = 5,572 kilómetros
Milla marina = 1,852 kilómetros


Media Fanega y cuartilla. La cuartilla equivalía a la mitad de media fanega. Contenía unos 10,1 kilogramos de trigo, 7,75  kg de avena u 8,25 kg de cebada. En la fotografía se puede ver el rasero, palo de madera en forma de rodillo para rasar la medida.

Medidas de Superficie
Área = 100 metros cuadrados
Hectárea = 10.000 metros cuadrados
Fanega de tierra de marco real = 6.440 metros cuadrados = 576 estadales = 12 celemines
Fanega de puño = 4.293 metros cuadrados
Estadal = 11,182 metros cuadrados = 16 varas cuadradas
Celemín de marco real = 536,67 metros cuadrados = 4 cuartillos
Celemín de puño = 357,75 metros cuadrados
Cuartillo = 12 Estadales cuadrados
Acre = 4.047 metros cuadrados
Tahulla =1.600 varas cuadradas
Aranzada = 4.477 metros cuadrados (aproximadamente una fanega)
Vara cuadrada = 0,699 metros cuadrados
Soga = 81 varas cuadradas ó 56,155 metros cuadrados

(*) En la actualidad y para una facilitar la equivalencia con la hectárea, la fanega se considera que tiene una superficie de 6.666 metros cuadrados, es decir, una fanega equivale a 2/3 de hectárea.


Aguaderas de esparto con los recipientes. Estos recipientes podían tener un volumen de entre una cuartilla y una arroba.

Medidas de Volumen o capacidad (líquidos)
Arroba = 16 litros
Cántara = 8 azumbres = 16 litros
Cuartilla = 4 litros
Azumbre = 2 litros
Cuartillo = 0,5 litros
Galón = 4,55 litros
Panilla = 115 gramos
Barril = 159 litros

Medias de volumen y capacidad (áridos)
Fanega = 12 celemines = 55,5 litros
Cuartilla = 3 celemines = 13,875 litros
Celemín = 4,625 litros = 4 cuartillos
Cuartillo = 1,156 litros


Cántaras metálicas. Las de los extremos son para contener leche y la central para contener aceite.

Medidas de peso
Quintal = 100 kilogramos
Arroba = 11,5 Kilogramos =25 libras
Libra = 460 gramos = 16 onzas
Cuarterón =115 gramos = 4 onzas
Onza = 29 gramos

Por cereales encontramos que una fanega en peso dependía del tipo de cereal, así pues tenemos:
Trigo = 44 kilogramos
Cebada = 33 kilogramos
Centeno = 45 kilogramos
Avena = 31 kilogramos


Como hemos visto hay un gran variedad de medidas que han quedado en desuso, las cuales es recomendable conocer porque cualquier día nos las vuelven a poner como patrón. Bromas aparte, a partir de hoy cuando oigáis a alguien contar una historia sobre alguien que se bebió una arroba de vino, no tendréis excusa para saber que tuvo que acabar bastante mal, ya que se bebió 16 litros de vino ¡¡casi ná!!

Referencias:

La fanega como unidad de superficie. Teófilo Ruiz Lorente y Juan Caballero de la Calle. Revista Agricultura. Magrama,  1993 


Medidas antiguas de España. Rafael Eugenio Romero García

Apuntes de Vicente Redondo Morales. Almodóvar del Campo.

Aperos y Objetos Olvidados. Jacinto Ruiz García Minguillán y Jacinto Ruiz Carmona. 2015

De repente escucho el chirriar de las bisagras y se abre la vieja puerta de madera de la cámara en la que me encuentro. Tras un largo invierno veo por fin la luz; los rayos de sol traspasan el umbral de la puerta y empiezo a sentir como los pequeños poros de mi superficie comienzan a abrirse; vuelvo a despertar. Estamos a finales de mayo y el calor seco de la Mancha comienza a ser sofocador en las horas del mediodía.


Botijo con su botijero.

Noto el tacto de la mano que coge mi asa y enseguida reconozco con familiaridad la suavidad de su tacto; son muchos años ya en esta casa y no puedo dejar de pensar en cómo ha evolucionado el contacto entre su piel y mi arcilla seca. Recuerdo aquella piel tersa y suave que un buen día de feria me llevo a casa. Ahora su tacto es más frágil y cálido evocándome las frescas tardes que hemos compartido en este patio. Por fin salgo de la cámara. Nada parece haber cambiado, las macetas en su sitio, el pozo en una esquina con su viejo brocal, la carrucha sigue allí pero ya no hay cubo, el zócalo de azulejos brillando al sol; también puedo ver el corredor en la parte alta y las columnas, unas de piedra y otras de madera, que sujetan la galería.

Me limpian con cuidado, sintiendo como el agua cala todo mi cuerpo. Tantos meses en esa cámara han dejado sobre mí una leve capa de polvo que va desapareciendo con el frotar de las manos sobre la arcilla. Por fin entra el agua por mi boca. Una sensación de felicidad me invade, acabo de despertar de mi letargo y hay que ponerse a trabajar. Se esmeran en acicalarme para el nuevo verano me espera; a partir de ahora recupero mi sitio en el patio.


Botijo que compro el abuelo Manolo cuando estuvo realizando el servicio militar en Talavera de la Reina, año 1940 aproximadamente. Solo por uno de los pitorros cae agua.

Nací a partir de las rocas expulsadas desde el fondo de la tierra hace millones de años, mi arcilla al fin y al cabo es el fruto del desgaste de esas rocas hasta convertirse en pequeñas partículas depositadas unas junto a otras. Un buen día un maestro alfarero recogió esa arcilla y me modeló con esmero. Presionó, retorció y humedeció el material hasta conseguir hacerlo maleable. Dio forma a mi cuerpo sobre un torno con sus sabias manos y luego me colocó un asa, un pitorro y una boca. Soy marrón y algo achatado, sencillo y pacifico como Sancho Panza.

Tras darme forma el alfarero, junto a mis hermanos y otros primos de mi familia como cantaros y pequeñas tinajas, me introdujo en un horno. ¡Más de mil grados! Creíamos que no saldríamos, pero aquel calor nos secó y si saberlo nos hizo fuertes y duraderos. Tras enfriarnos nos sacaron a la calle. Visitábamos los pueblos en ferias vimos el  bullicio, la gente y sobre todo la fiesta. Todos nos miraban y de vez en cuando alguno de nosotros desaparecía. Siempre nos preguntábamos entre nosotros cual era nuestro fin, Los cantaros y tinajas los veíamos en las ferias llenos de vino y agua pero de nuestra raza no veíamos a ninguno y eso del pitorro era cuanto menos algo raro que nos diferenciaba del resto.


Botijo de patio.

Me pase varias semanas recorriendo, bajo un sol de justicia, las ferias de los pueblos de la Mancha, hasta que un buen día, en la feria de Almodóvar del Campo, llegó al puesto del alfarero una mujer y empezó a mirarnos. Nosotros nos pavoneábamos para ver quién era el elegido, mostrábamos nuestros pitorros erguidos para que nos eligieran. Esta vez se fijaron en mí. El alfarero habló con la mujer y acto seguido sujeto mi cuerpo con las dos manos y me entregó a ésta. Me sentía desconcertado, me cogieron del asa y separaron de mis hermanos. Salimos de la feria y la calle estaba vacía, no se veía a nadie. La mujer canturreaba y parecía contenta. Tras torcer una esquina sacó una llave y abrió una puerta. Entramos a un patio, todo era nuevo para mí, me sentía extraño al lado de todos los objetos que allí había. Me dejaron en el suelo y la mujer desapareció.


Botijo artístico emulando una parra.

A la mañana siguiente la mujer me agarró bruscamente del asa y a través de la boca que tengo en mi espalda me llenó de agua. El agua comenzó a disolver parte de restos de arcilla mal cocida de mi interior. Además, a parte del agua, derramó un poco de anís en mi interior. Una sensación angustiosa me sobrecogía, era como si tuviera nauseas y mareos. El agua empezaba a recorrer los poros de mi arcilla intentando salir. Así me pase mi primer día, solo y sin que nadie me hiciera caso. Al día siguiente me vaciaron y volvieron a llenarme de agua con un chorrito de anís. Al tercer día igual. Yo me lamentaba de mi destino, ser llenado y vaciado sin más de una mezcla de agua con anís; estos humanos me en principio me habían parecido interesantes, ya que me habían dado forma, me parecía que estaban volviéndose locos. Me sentía abatido y mi cuerpo comenzaba a llorar por el calor y la tristeza. El cuarto día note un cambio, me enjuagaron por dentro varias veces y me llenaron de agua sin anís, ¡qué alivio!, me humedecieron bien la superficie y me colocaron al sol en una esquina del patio sobre un platito con agua.

Me sentía algo aliviado pero no paraba de sudar. Por la tarde llegó la mujer junto a un hombre. Éste me levantó cogiéndome por el asa y volcándome hacia adelante, sobre su cabeza, el agua de mi interior comenzó a salir del pitorro. Qué bien me sentía. El hombre se dirigió a la mujer y le dijo, –el agua esta buena y fresca, tiene un poco de sabor todavía pero se le quitara en dos o tres días. Prueba tú– La mujer me levanto nuevamente y con el mismo movimiento me volcó hacia adelante para el que el agua saliera por el pitorro. Estaba tan distraído con la sensación, que no me había dado cuenta que esa agua que salía, caía directamente en la boca de la mujer. Me di cuenta que era un recipiente y que servía para guardar agua. La mujer si dirigió al hombre y le dijo – muy fresquita, parece que hace buen agua–.


Botijo artístico emulando la cabeza de un toro.

A partir de ese día me rellenaban a diario y ocupe mi sitio en el patio. Todos los que entraban en el patio me cogían y bebían de mí. Me empece a sentir querido. Seguía sudando mucho pero mi di cuenta que ese era mi secreto. Al pasar el agua a través de los poros de las pareces de mi cuerpo hacia el exterior estaba trabajando y por ello sudaba; con este efecto conseguía que el agua de mi interior se refrescara y eso, en las calurosas tardes manchegas, era un tesoro. Sencillo y sabio mecanismo el de mi funcionamiento, algunos lo califican de simple pero ¿se te hubiera ocurrido fabricarme si no me conocieras?.

Llego el otoño y me guardaron en la cámara. Durante unos meses podía descansar y recuperar fuerzas para de nuevo, a la primavera siguiente, volver a ocupar mi lugar en el patio. Los años han ido pasando, algún año me colocaron sobre un botijero de madera, otro verano me hicieron un traje de trapo para mantenerme húmedo, un año me pusieron un corcho en la boca, ¡Será por lo que hablo!, y otro una especie de rejilla de punto para que no entraran insectos, en fin las modas también han pasado por mi vida. Recuerdo con cariño las noches al fresco, las conversaciones y cotilleos de las vecinas, el olor a tierra mojada cuando amenazaba tormenta y sobre todo esas noches manchegas donde el aire permanece quieto y solo se escucha el sonido de los grillos.


Colección de botijos.

Tras largos años de servicio en esta casa continúo todos los veranos con mi agotadora misión. La competencia es dura. Los nietos de los dueños de la casa han colocado una pequeña caja blanca, muy rara, en otra esquina del patio. Cuando la abren sacan botellas y parece que el agua está fresca. En todo caso aquella mujer y hombre que hace ya tanto tiempo me compraron al alfarero que me dio forma, siguen levantándome cariñosamente y degustando el agua que guardo en mi interior sin echarle cuentas a la caja blanca. Ellos siguen dando sentido a mi existencia y hacen sentirme orgulloso de lo que soy ¡un botijo!.

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Dedicamos esta entrada al botijo, objeto indispensable en todas las casas hasta que llegó el frigorífico. Hoy en día el botijo es menos usado, pero aquellos que hemos tenido la suerte de probar el agua que contienen nunca podremos olvidar su gusto y frescor. Os animamos a que lo sigáis utilizando y aquellos que no lo tengáis, por favor, poned un botijo en vuestras vidas, no os arrepentiréis.


Botijo actualmente en uso y funcionando a pleno rendimiento.


 Los Sombreros de Jacinto


Esta entrada es muy especial para nosotros ya que en ella os presentamos el nuevo libro que hemos editado "Los Sombreros de Jacinto". A continuación os mostramos la portada del libro.
Los sombreros se llevan utilizando por la humanidad desde sus albores, nos protegen y nos embellecen. En este libro se muestra la colección de sombreros que ha ido formando Jacinto Ruiz Garcia-Minguillán a lo largo de los años y alguno más que nos han cedido nuestros tíos José Manuel y Pina para completar el libro. 
Todos estos sombreros tienen un significado especial, bien guardan una historia, un momento especial o una emoción en su recuerdo. El libro se lo dedicamos a Jacinto Pérez Serrano Redondo gran aficionado a esta prenda, la cual vistió siempre a lo largo de su vida.
El libro al igual que el que ya publicamos "Aperos y Objetos Olvidados" esta en formato electrónico y es gratuito, por lo que podéis compartirlo con todas aquellas personas que queráis libremente. El libro lo podéis descargar en el siguiente enlace:


 Los Sombreros de Jacinto

También pondremos un enlace en la pagina principal del blog  "Aperos y Objetos Olvidados" para facilitaros su descarga.  En total la colección cuenta con más de 100 sombreros de todo tipo de procedencias. Para una  fácil lectura del libro hemos clasificado los sombreros en los siguientes epígrafes:
  • Sombreros de paja 
  • Sombreros y gorras de tela y paño 
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De cada sobrero se presentas varias fotografías con una vista general y algunos detalles. Asimismo se hace una pequeña descripción de la procedencia del sombrero. Se han recopilado sombreros de las procedencias más variadas, desde las tribus Fulani en Africa a Kazajistán, sobreros de diferentes regiones de España y sombreros para vestir o trabajar.
Agradecemos de corazón a todos los que habéis podido hacer posible esta colección, ya que los sombreros regalados a Jacinto nos hacen acordarnos de todos vosotros con un cariño especial. Hemos escrito este libro para que todos los que lo leáis disfrutéis de la colección y convenceros para que sigáis cubriendo vuestras cabezas con sombreros y gorras. Nos despedimos con dos paginas del libro, muy especiales para nosotros, en las que presentamos la boina del Abuelo Manolo y un sombreo de verano del tío Jacinto; Sin más os dejamos que disfrutéis con el resto del libro. Un fuerte Abrazo.


 Los Sombreros de Jacinto


Estamos preparando un libro sobre sombreros. En él vamos a recoger los diferentes sombreros que ha ido coleccionando en su mayoría Jacinto Ruiz García-Minguillán a lo largo de los últimos 20 años y contaremos la historia de cada uno de ellos. Todavía nos queda darle un empujón al libro y esperamos poder publicarlo en los próximos meses. Como “aperitivo” al lanzamiento vamos a dedicar algunas entradas a esta prenda de vestir. En todo caso os adelantamos un propuesta de la portada sin el título para que nos deis vuestra opinión.


Libro de sombreros, propuesta de portada (admitimos comentarios)

El sombrero es una prenda de vestir que cubre la cabeza. Sombreros ha utilizado la humanidad desde sus orígenes, con el fin de proteger la cabeza del frío o calor o frente a otros agentes externos. Los hay de todo tipo de material, con las formas más variadas y de todos los colores. Nos han servido desde elemento de protección hasta como complemento para un vestido o para marcar un rango o característica social. Desgraciadamente esta prenda está quedando cada vez en más en desuso y hoy en día no es común ver gente con sombrero por la calle a diario, sin que haya una razón meteorológica para usarlo. Son generalmente utilizados en ceremonias, actos tradicionales o como parte de uniformes. Así pues, dado que esto de utilizar sombrero se esta "olvidando" nos hemos marcado el propósito de revitalizar su uso, y para ello nada mejor que escribir una entrada para que conozcáis lo nombres de los diferentes tipos de sombreros más comunes.

Hemos recopilado de la red una serie de imágenes en las que se muestran las diferentes tipologías de sombreros y gorros más comunes, en el libro repasaremos otros sombreros menos corrientes pero por ahora con aprendernos los de uso más común es suficiente. Tras la imagen escribimos una breve descripción de cada uno de ellos.


Pasamontañas: prenda que cubre la cabeza y el cuello completamente, con una abertura que deja al descubierto el rostro.
Pasamontañas transformado: pasamontañas doblado hacia arriba para dejar el rostro descubierto.
Gorro tejido canadiense: prenda que protege la cabeza del frío.
Turbante: banda de tela que se anuda en la frente.
Gorra: prenda provista de una visera estrecha.
Banda de punto para la cabeza: cinta elástica que se usa alrededor de la cabeza y sobre las orejas.
Casquete: prenda provista de una visera.
Capelo: prenda redonda que se usa en la parte superior de la cabeza.
Gorro de cuartel: prenda militar de forma alargada.
Capucha: prenda que cubre la cabeza y el cuello completamente, con aberturas que dejan al descubierto los ojos y la boca.


Sombrero de hongo: prenda para la cabeza en forma de hongo.
Fez: prenda de lana musulmana.
Sombrero de acabado vagabundo: prenda provista de ala larga que protege el rostro y el cuello del sol.
Pamela: prenda provista de ala larga que protege el rostro y el cuello del sol.
Sombrero sin ala: prenda provista solo de la copa.
Bretón: prenda con borde redondo.
Boina: prenda flexible para la cabeza provista de una cinta de tela.
Sombrero de cesto: prenda cuya copa asciende alto en la cabeza.
Bombín o canotier: prenda rígida y ovalada, con copa y ala planas.
Cosaco: prenda militar de origen ruso.
Sombrero de campana: prenda con forma similar a la de una campana.
Gorro: prenda provista, por lo general, de una cinta.



Bob: prenda maleable cuyo borde puede usarse hacia abajo o levantado.
Boina escocesa: boina grande provista de un ribete en estrías.
Sueste: prenda impermeable que protege de la lluvia.
Sombrero pastillero: pequeña prenda cuya copa es plana.
Cofia: prenda interna, de material flexible, que protege el pelo.
Toca: prenda cilíndrica desprovista de ala.
Sombrero de jinete: prenda utilizada por los jinetes.
Sombrero de fieltro: prenda hecha de fieltro.
Casco colonial: prenda protectora del ejército colonial.
Sombrero de copa: sombrero de seda provisto de un cilindro alto.
Chapka: prenda de piel de origen polaco.
Gorro de esquiar: prenda provista de una solapa y que protege del frío.

Existen miles de tipos de sombreros en el mundo. Los que hemos mostrados únicamente son unos pocos de los más usuales. Para acabar la entrada os mostramos dos de los que vamos a incluir en el libro, su historia nos la reservamos para la publicación. En próximas entradas publicaremos algo más sobre sombreros del mundo. Esperamos que os gusten.

Sombrero mexicano

Sombrero tradicional africano del pueblo de los Fulani

Fuente dibujos sombreros: http://www.infovisual.info

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Jacinto Ruiz García-Minguillán, Patricia Ruiz Carmona y Jacinto Ruiz Carmona. Enamorados de los objetos antiguos, su restauración e historia; así como de las tradiciones y costumbres de nuestra tierra.

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