Aperos

Hemos creado este Blog, a partir de la publicación on-line del libro "Aperos y Objetos Olvidados", con la idea de compartir con vosotros un patrimonio que con los años se está perdiendo, historias de objetos, historias de costumbres e historias de personas, en definitiva nuestra historia. Un abrazo a todos y esperamos que disfrutéis de su lectura.

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© Jacinto Ruiz Carmona. Con la tecnología de Blogger.
Han pasado casi 13 siglos desde el primer asentamiento estable en este pedazo de tierra del sur de La Mancha, en la región de la Oretania occidental. Este asentamiento se produjo con la llegada de los árabes a la península a principios del siglo VIII. Antes, los romanos e íberos habitaron este territorio pero no dejaron fundada ciudad alguna en el valle del río Tirteafuera. De las dos grandes ramas agarenas que entraron, bereberes y siriacos, fueron estos últimos, comandados por Caleb, los que se asentaron y construyeron el Castillo hacia el año 745. lo situaron en una loma cercana a una laguna con el fin de asegurarse el bien del agua y desde la que de forma escondida y discreta se podía vigilar el valle. 
Regreso por Almodóvar de una expedición victoriosa durante la época musulmana (dibujo de Alfredo Palmero de Gregorio).

La fortaleza se nombro de Almudevar, que significa Agua Redonda, en alusión a la laguna que existía a su pies y comenzó gozando de una gestión autónoma. La plaza se encontraba en un lugar estratégico en la ruta que unía Toledo con Córdoba y debido a esa situación singular comenzaron las luchas entre los propios árabes por poseerla. En el año 756 perdió esa especia de autonomía y pasó a poder del Emirato de Córdoba; en el año 790 recobró su independencia con el caudillo Caleb-ben-Hafssum. El tercer Emir de Cordoba Alhakén I lo conquisto en el año 810, pero los árabes de Toledo entraron en él nuevamente el año 853 aunque poco duro su posesión porque el Emir lo tomó al año siguiente. Finalmente en el año 870 se produjo una gran batalla entre las huestes de Abd al-Rahman-ibn-Marwan, que se alió con Alfonso III de Leon, y los poseedores de la plaza, en la que algunos historiadores llaman la batalla de Almodóvar. En esta batalla se hizo prisionero al nuevo emir Mohamed y fue probablemente la primera vez que las huestes cristianas visitaron la zona.
Ayuntamiento de Almodóvar del Campo. Año 1928

Pero esa serie de alternativas es bien pequeña comparada con la que había de iniciarse al ser conquistado el castillo por los cristianos. Ocho fueron las reconquistas de la plaza por las mesnadas de la Cruz, a partir de la primera conquista efectuada por el gran Alfonso VI en 1085; aunque en el año 1086 la recuperó el emir de Sevilla. Al casarse el monarca con la hija de Al-Mu’tamid, rey taifa de Sevilla, la llamada infanta Zaida, que había de bautizarse y tomar el nombre de Isabel, el castillo de Almodóvar figuró como dote de la nueva reina cristiana por lo que se restituyo el dominio cristiano sobre la fortaleza. Durante unos años se convirtió en escenario de conferencias entre cristianos y árabes, colo lugar fronterizo. A la muerte de Alfonso VI, en 1109, volvió al poder de los mahometanos. La siguiente reconquista tuvo lugar en 1130, por Alfonso VII, que lo perdió, como su predecesor, en 1140. Se explica la obstinada porfía por poseer esta plaza, pues Almodóvar, junto con Calatrava y Almedina, era el más importante baluarte de la región, ya que como indicamos anteriormente se situaba estratégicamente a mitad de camino entre Toledo y Córdoba.

El banco de Santa Teresa, se conservaba en el Camarín del Carmen

El espíritu de las cruzadas transformo en odio de razas lo que había sido hasta el momento oposición de ambiciones, y la lucha entre cristianos y árabes entró en una nueva fase. Alfonso VII trajo a la Mancha a los famosos caballeros Templarios y con ellos conquistó Almodóvar en 1147. En esas fechas aparecieron los caballeros Calatravos, que con Raymundo de Fitero a la Cabeza se ofrecieron a defender la región, lo cual no pudieron realizar, pues el empuje de los almohades hizo capitular nuevamente la plaza en 1157. Los calatravos resistieron en su fortaleza de Calatrava la vieja la nueva avalancha agarena y adquirieron el firme propósito de defender y rescatar Almodóvar y toda su región.

Los primeros maestres lo intentaron infructuosamente, pero el tercero Martín Pérez lo consiguió en 1173, aunque su victoria quedo empañada por la crueldad del maestre, que mandó degollar a los 200 cautivos apresados tras la toma del Castillo. Los árabes volvieron nuevamente sobre Almodóvar, tomando el castillo, pero el Calatravo atacó con resultado eficaz recuperándolo. Más aun había de caer en el poder del alarbe nuevamente cuando, en 1195, los cristianos sufrieron una de sus más grandes derrotas, la batalla de Alarcos.
Interior de la Iglesia parroquial. Año 1928

Almodóvar, como toda la región de la Mancha, fue finalmente reconquistada por Alfonso VIII a principios del siglo XIII, poco antes de la victoria en las Navas de Tolosa (año 1212). Fueron veintidós en total las conquistas del castillo de Almodóvar por cristianos y árabes, caso único en la historia de la reconquista, y por ello se justifica que al quedar definitivamente en poder de los cristianos, no hubiese en este lugar población importante, que no pudo edificarse con tan continuada peripecia bélica.

Sería necesario un gran espacio para glosar los restantes recuerdos históricos de la ciudad de las veintidós reconquistas, como con propiedad puede ser llamada Almodóvar. A poco de la victoria de las Navas se fue formando un poblado a la sombra del Castillo. Adscrito a la Orden de Calatrava, que desde entones aumentó gradualmente su pujanza, ésta restauró la fortaleza y levantó la muralla que rodeó a la primera. Fue entonces cuando se agregó a la denominación primitiva el determinante del Campo, para recordar que formaba parte del campo de Calatrava, y de esta  forma el nombre de la población quedó en Almodóvar del Campo.
Vista panorámica de la laguna. al fondo se aprecian las siluetas de los dos antiguos molinos de viento.

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En 1928 D. Ángel Dótor nos regaló un precioso artículo publicado en la revista La Esfera en su número 780, el 15 de diciembre del año indicado. El motivo de su artículo fue la publicación del libro Historia de Almodóvar del Campo, escrito por D. Edgar Agostini. En esta entrada nos hemos basado en el mismo para para contaros el devenir de la ciudad de las 22 reconquistas, caso único en la historia de España y que nos indica la estratégica posición que tuvo Almodóvar del Campo entre los siglos VIII y XIII.  La entrada la hemos completado con algunas de las imágenes que se presentaban en la publicación. 

Con esta entrada completamos la historia del desaparecido Castillo de Almodóvar, al que ya dedicamos una entrada sobre su situación y como era.

El articulo completo, publicado en la Revista la Esfera, lo podéis descargar del siguiente enlace:

La ciudad de las 22 reconquistas

Espero que os guste.

Referencias:

La ciudad de las 22 reconquistas. Ángel Dotor. Revista La Esfera, número 780, 15 de diciembre de 1928.

Cosas de Almodóvar, E Agostini. 1923

El barco se alejaba lentamente del embarcadero mientras el sol desaparecía en la bahía de Nagasaki en la triste tarde del 6 de septiembre de 1614. La nao portuguesa, con rumbo a Manila, donde se confinaban los misioneros no estaba preparada para este transporte. El provincial de la orden había previsto, tras el destierro decretado por el Tokugawa Hidetada, que vía Filipinas solo salieran entre ocho y diez personas. Los hechos se precipitaron y las difíciles circunstancias en las que se encontraban hicieron que se embarcaran treinta y ocho Jesuitas y seglares en un barco, ya de por sí, repleto de otros exiliados. No había sitio para todos; sabían que la travesía seria dura, tendrían que dormir en la cubierta del navío expuestos a las inclemencias de los cielos, soles y vientos.

Fray Antonio de Critana era uno de los jesuitas embarcados. Contaba con 66 años y había llegado a Japón hacía ya 30 años; su vida era aquel país. Tuvo que aprender su idioma, cultura y tradiciones. Tras un largo periodo de incertidumbre, ahora se veía avocado al destierro. Tenía el corazón atravesado por la congoja, únicamente su fe le permitía seguir adelante, la misma fe por la que era desterrado. Tal era su estado que pidió que le suministraran la extremaunción, acción a la que sus compañeros se negaron, lo querían demasiado y no podían permitirse su pronta marcha, había que llegar a Manila.

Asido a su mano se encontraba su buen amigo Francisco Calderón. Se conocían desde que ambos vivían en el convento de Siguenza, donde Antonio era novicio y Francisco aspirante. Francisco le susurraba al oído la historia de la peregrinación que ambos hicieron a pié desde Siguenza a Alcalá; de cómo tuvieron que pedir limosna y cargar con su hatillo como símbolo de pobreza, de cómo las tentación de abandonar habían rondado por su cabeza y cómo, gracias al ejemplo y consejos que Antonio de Critana le dió, acabaron la peregrinación juntos. No en vano debido al informe que hizo Antonio al Provincial, Francisco fue admitido en la Orden. El destino había querido que ambos acabaran en aquel confín del mundo, camino de Manila en una nao portuguesa justo 41 años después.

Francisco conocía bien los origines y vida de Antonio, la cual repasaba mentalmente. Este había nacido en Almodóvar del Campo, cuna del Maestro Juan de Ávila, en 1548. Sus padres, parientes del Maestro, desde joven le enseñaron el camino de la fe y los jesuitas, asentados en Almodóvar durante su niñez, despertaron una vocación que parecía venir preconcebida. Cuando tuvo edad suficiente pasó a la Universidad de Alcalá de Henares donde curso Filosofía. Tras acabar estos estudios comenzó los de teología, que interrumpió por su entrada en la orden. Finalmente los terminó destacando en teología moral, derecho canónico y liturgia. Ya integrado en la orden pasó siete años como ministro en la residencia que la orden tenía en Toledo.

Estando en Toledo comenzó a oír las historias evangelizadoras de Francisco Javier en Japón y su espíritu inquieto le hizo abandonar la acomodada situación que tenía en Toledo. Antonio puso rumbo hacia oriente, donde realmente sentía que sus hermanos lo necesitaban. Así el 10 de abril de 1584, cuando contaba con 36 años, junto con ocho compañeros se embarcó hacia Japón.

Su barco fondeo en el puerto de Hirado dos años y cinco meses después, en agosto de 1586, una dura y larga travesía para llegar a un mundo nuevo. Un mundo por conocer y una nueva vida le esperaba en aquella tierra. Nada mas llegar lo destinaron a la misión de Bungo, pero el avance de las trotas de Satsuma, el cual estaba en contra de los jesuitas, hizo que finalmente acabara en la ciudad de Yamaguchi. Allí comenzó a aprender el idioma local. El edicto de expulsión de Toyotomi Hideyoshi le hace cambiar nuevamente de ciudad. Fue superior de la orden en la ciudad de Hondo (Amakusa) y luego pasó a Kawachinoura. Una vez asentado y debido a sus conocimientos en teología y derecho canónigo, así cómo por su observancia en el cumplimiento de las reglas, fue nombrado en 1598 ministro y prefecto de la iglesia en el colegio de Todos los Santos de Nagasaki. Allí pasó 16 años, hasta que llego el edicto de Tokugawa Hidetada.

La persecución a los jesuitas había sido constante desde que llegó. Cada vez más personas se convertían al cristianismo y las autoridades locales veían este hecho con recelo. El edicto de expulsión definitivo lo firmo Tokugawa Hidetada en febrero de 1614, a partir de esa fecha la situación se hizo insostenible para los Jesuitas. Se comenzó a agrupar a los misioneros y a algunos seglares en Nagasaki, a la espera de la salida de las naos portuguesas que los llevarían a Macao y Manila. En marzo comenzaron a forzar a la apostasía a los cristianos y los martirios de seglares se hicieron frecuentes. A principios de septiembre de 1614, de forma desesperada, se embarcaron dejando aquella tierra Nipona. Unos 28 frailes se quedaron en Japón incumpliendo la orden de expulsión…

El barco continuaba su camino hacia Manila, tenían unas 5 semanas de viaje. El estado de Fray Antonio de Critana era cada vez peor. Por unos días mejoraba, pero al final volvía a recaer. Agotado por las penalidades que había vivido en los últimos meses y la dureza del viaje, tras recibir la extremaunción, muere el 28 de noviembre de 1614, cuando le quedaban menos de 30 leguas para llegar a tierra. Acababa de expirar y sus compañeros lo veían como un mártir. El capitán del barco ante la cercanía de la tierra y las peticiones de los compañeros se avino a permitir que el cuerpo de Fray Antonio llegara a tierra. Así pues, dispusieron su cuerpo en un cajón de madera y lo veneraron. Fue provisionalmente enterrado en el pueblo de Mariveles, prefectura Agustina Recoleta. Posteriormente fue trasladado a la Iglesia del Colegio de San Ignacio en Manila.

Antonio de Critana se destacó por su caridad. Sus conocimientos como teólogo, así como su carácter humilde y recto le hicieron ser recomendado al obispo de Japón Luis Cerqueira que le tuvo como consultor del obispado y juez de las causas matrimoniales, tema complejo de abordar en la sociedad japonesa del siglo XVI. Destacó como promotor de la cooperación de la orden jesuita con otras ordenes para la evangelización de Japón. Su proceso de beatificación se abrió el en Roma el 24 de mayo de 1901.

Hace unas semanas se estreno la película Silencio dirigida por Martín Scorsese. En ella se cuenta la historia de uno de los misioneros Jesuitas que se quedó en Japón tras decretarse su expulsión por Tokugawa Hidetada. Coincidiendo con este hecho nos ha parecido interesante buscar información y escribir esta entrada sobre la vida del Venerable Padre Fray Antonio de Critana, un almodovense que viajó a Japón en el siglo XVI, ejemplo de inquietud espiritual y personal, caridad e inconformismo. Todos los personajes y hechos contados están basados en las referencias bibliográficas. Como ultima aclaración indicamos que el nombre del Fraile aparece en algunos textos o webs como Antonio Francisco de Criptana o Antonio Francisco de Quintana.

Referencias:

Labor Evangélica, Ministerios Apostólicos de los obreros de la Compañía de Jesús. Francisco Colin.

Diccionario Apostólico de la Compañía de Jesus. Charles E. O’Neill

Vida del dichoso y venerable padre Marcelo Mastrilli
     “Al tiempo de su muerte apareció una cruz en el aire, y grande, sobre la enfermería donde acababa de expirar el Santo lego”



30 de octubre de 1552

Yo, Antonio de Mendoza y Pacheco, Caballero de Santiago, Comendador de Socuéllamos, Virrey de la Nueva España hasta 1550 y actualmente virrey de Perú, redacto el presente escrito viendo cerca el final de mis días, con el fin de recordar a aquella persona que años atrás logró curarme de mis enfermedades, espantando a los diablos que consumían mi interior y prolongando mi existencia hasta el día de hoy.
Ilustración recreando Frailes Franciscanos e indígenas. (www.angelopolis.com)

Fray Lucas de Almodóvar era el nombre del lego de la orden de Nuestro Seráfico Padre San Francisco que, con una fe inquebrantable, cuando estando ya estando desahuciado por mis médicos, logró sanar con sus manos las enfermedades que me postraban. Desconozco la fecha de nacimiento de Fray Lucas pero por su rasgos debió nacer a principios de este siglo. Algunos lo tachaban de extremeño pero su apellido lo delataba, solo podía ser nacido en la Noble y Leal villa de Almodóvar del Campo. Como todos los religiosos que llegan a Nueva España, conocía bien las privaciones y el consumir de su vida que le acarrearía la estancia en estas tierras; esto unido la convicción de que no volverían a pisar la tierra que les vio nacer le llevaba a tomar el nombre de su localidad natal como apellido. Bello gesto el de estos humildes siervos de Dios al recordar la raíz de la que brotamos.

Fray Lucas debió arribar a Nueva España sobre 1530, asentándose posiblemente en el hospital que la orden Franciscana tenía en Tlaxcala, cercano a ciudad de Puebla de los Ángeles, fundada  el 16 de abril de 1531. Allí atendían a los indígenas y vivían de sus limosnas, “como los indios son muchos, aunque den poco, de muchos pocos se hace mucho, y más siendo continuo, de manera que el hospital está bien provisto”. En Puebla, Fray Lucas entablo un íntimo contacto con los indios de aquella zona y en ese lugar, por la gracia divina, obtuvo el don de la sanación.
Portada de la tercera parte del libro "De los veintiún libros rituales y monarquía indiana" escrito pro Fray Juan de Torquemada

Paso posteriormente al convento de San Francisco de México, con mucho ejemplo y observancia de su profesión. En este lugar uso su don e hizo muchas curas muy señaladas en religiosos y seglares, así españoles como indios; de los cuales como pobres se compadecía. En este convento hospital me curo él, dejándome sano mediante la voluntad divina. Pareciese que Dios quería que se cumpliese en su siervo Fray Lucas lo que dice el apóstol San Pablo, que comunica el Espíritu Santo el don de curar a los que más le place y es su Santa voluntad.
Capilla Abierta del ex-convento Franciscano de la Asunción en Tlaxcala. cercano a puebla de los Ángeles, actualmente Puebla de Zaragoza (www.mexicoenfotos.com)

Entendiéndose esta donación y gracia del bendito religioso, sirvió para acompañar al más afamado medico que había en la ciudad siendo yo Virrey, el doctor Alcázar. Así pues, éste no quería curar con otro sino con este siervo de Dios, pareciéndole que más curaba por milagro que por ciencia. De las otras órdenes venían enfermos religiosos a la enfermaría de San Francisco a curarse con él, como lo hizo el muy Bendito y Venerable Padre Maestro Fray Alonso de la Vera Cruz, honra de su religión y luz en estas Indias Occidentales, de la Orden del Glorioso Padre San Agustín. Sanó Fray Lucas a este Santo hombre de una grave enfermedad, volviendo sano a su monasterio. Con otros muchos hizo lo mismo y es imposible contar el numero de almas a los que perpetuo en esta tierra.
Extracto del libro De los veintiún libros rituales y monarquía indiana" escrito pro Fray Juan de Torquemada

Murió Fray Lucas hace dos años, sobre 1550. Al tiempo de su muerte apareció una cruz en el aire, y grande, sobre la enfermería donde acababa de expirar el santo lego y donde tanto se había abrazado con la cruz de Cristo, ejercitando aquel oficio y obra de tanta caridad. La cruz fue vista por algunas personas seglares y devotas del convento y admirados de ello, lo vinieron a decir a los religiosos. Hallaron que en aquel mismo tiempo acababa de expirar el siervo de Cristo Fray Lucas de Almodóvar.

Fue muy devoto de la santísima cruz, notable enfermero y abnegado fraile poseedor de un don para la sanación, del cual hizo siempre uso con santidad, ayudando a españoles e indios en sus enfermedades y pestilencias sin diferenciar origen, razas o género. En estos últimos días de mi vida recuerdo la humildad con la que este siervo de Dios me salvo y como su fe inquebrantable me sirvió de ejemplo para guiar mi alma a través de este fugaz viaje que es la vida.

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El texto presentado es una recreación ficticia de una carta escrita por Antonio de Mendoza y Pacheco, contando la vida del que fue su sanador Fray Lucas de Almodóvar. El texto se basa fundamentalmente en la tercera parte del escrito “de los veintiún libros rituales y monarquía indiana” escritos por Fray Juan de Torquemada, donde se incluye una breve reseña de la vida de Fray Lucas.
Grabado de la antigua sacristía del convento de San Francisco en Mexico D. F.

La figura de Fray Lucas de Almodóvar aparece por primera vez, según las referencias encontradas, unida al pueblo de Almodóvar del Campo en la relación de personajes ilustres que el historiador manchego D. Inocente Hervás incluía en su “Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico” publicado en el año 1890. En este texto otorga el título de Venerable a Fray Lucas, lo cual, dada la vida y milagros que obró en Indias, es posible que le fuera concedido; aunque no hemos conseguido documentación que corrobore este extremo. Tenemos que indicar que Almodóvar del Campo fue la población de la que partieron más frailes y sacerdotes a Indias durante el siglo XVI en la provincia de Ciudad Real, por ello es bastante probable que el apellido se correspondiese con la villa de Almodóvar del Campo.

Actualmente su figura es recordada con el nombre de una calle en Almodóvar del Campo. Su vida y abnegado ofrecimiento a los demás, sin distinción de clases y origen, son un ejemplo y por ello hemos querido recordar con esta entrada a Fray Lucas de Almodóvar.
Grabado de la portada de la iglesia de San Francisco (Puebla de los Ángeles)

Referencias:

Fray Juan de Torquemada. De los veintiún libros rituales y monarquía indiana… 1713.

Inocente Hervás y Buendía. Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico.

Puebla; Presencia de las órdenes religiosas. http://www.enciclopedicohistcultiglesiaal.org

Alfonso Reyes. La “X” en la frente. Textos sobre México. 2012.

Jerónimo de Mendieta. Vidas Franciscanas. 1945.

Miguel Ángel Cuenya Mateos. Puebla de los Ángeles en tiempos de una peste colonial. 1999.

J.M López Piñero y J.L. Fresquet. El mestizaje cultural y la medicina novohispánica del s XVI. 1995.

Brad R. Huber and Alan R. Sandstrom. Mesoamerican Healers. 2010.

www.angelopolis.com el convento de San Francisco, una joya del arte poblano

www.mexicoenfotos.com la capilla abierta del exconvento de la Asuncion

Las fiestas son esos momentos sobre los que gravita el calendario y que dan sentido a éste, son la referencia que tenemos dentro de cada año para establecer el inicio y el fin de los diferentes ciclos. De esta forma cuando llega el mes de septiembre numerosos pueblos, de la geografía Ibérica, paran unos días su actividad para celebrar sus fiestas, con ellas se finaliza el periodo estival y se da comienzo al otoño. 

Los orígenes de las fiestas se nos pierden en el tiempo, pero siembre existe una razón que nos lleva a su celebración. En el caso de Almodóvar del Campo a partir de unas ferias de venta de ganado establecidas en la baja edad media, se evoluciona hacia unas fiestas para la conmemoración religiosa de los patrones del pueblo, a los que se une la celebración de los tradicionales encierros, vestigio de aquellas ferias de venta de ganado. Esta evolución de las actividades nos ha hecho llegar a la configuración actual de las fiestas. Así pues, las fiestas se van trasformando con el tiempo y como se celebran hoy no era como se hacía hace 100, 200 ó 300 años; es más, es muy posible que dentro de 50 ó 100 años se celebren con matices diferentes.



Plaza de toros. Año 1928. Fotografía de Joaquín Pérez Serrano.

Con motivo de la celebración de las fiestas en los próximos días, hemos rescatado las crónicas que escribió sobre éstas María Teresa Villa, escritora y periodista local, en el año 1909 en el periódico Diario de la Mancha, en sus números de fecha 15 y 21 de septiembre. En la crónica hace un repaso de los actos destacados que tuvieron lugar ese año en fiestas, describiendo numerosos detalles de como se celebraban los encierros, los bailes o las celebraciones religiosas. La forma de festejar esos días en aquellos años es extrapolable a los pueblos y ciudades del entorno y nos puede dar una idea sobre con ha ido evolucionando (o no) la forma de celebrar nuestras fiestas. Sin más os dejamos con las crónicas anteriormente citadas.

Diario de la Mancha – miércoles 15 de septiembre de 1909 año IV num. 978

Ecos de Almodóvar

En fiestas

El domingo dieron principio las tradicionales fiestas de esta ciudad.

A pesar de lo desapacible del tiempo desde muy temprano la notable banda municipal recorre las calles tocando bonitos y alegres pasodobles.

Las calles presentan animado aspecto. La función religiosa se vio muy concurrida y el párroco D. Ramón Prado que fue el encargado del sermón estuvo elocuente. Por la noche lo elegante de nuestra sociedad se reunió en el Cinematógrafo que dio una bonita y variada sección de películas

El lunes, por la mañana gran función religiosa dedicada al Ilustre hijo de Almodóvar el beato Juan Bautista. D. Tomás Bautista ocupa la cátedra sagrada y desarrolla con hermosos pensamientos su elocuente oratoria que tiene por tema “La felicidad solo en Dios existe” ensalzando también con maestría las virtudes de nuestro gloriosos paisano, y terminando con una emocionante súplica, en lo que no se olvidó de pedir una gracia especialísima para los valientes héroes que defienden la Patria allá en las calcinadas tierras de África.


Extracto del periódico Diario de la Mancha ,en sus números de fecha 15 de septiembre de 1909

Después la procesión a pesar de verse amenazada por las nubes que empañaban el cielo. Fue una solemne manifestación de amor al glorioso Santo.

La entrada de ése en su linda capilla fue brillantísima. Una multitud inmensa aclama delirante al beato. Las largas filas adelantan entre los estampidos de los cohetes las briosas natas de la Marcha Real que entona magistralmente la banda.

Se hace impensable dar un paso y cuando después empieza el desfile, puedo ver entre la gente que se abigarra un lindo curo de muchachas elegantísimas luciendo soberbias toilettes que realzan sus encantos.

Más tarde comienzan los fuegos artificiales en la plaza. Los balcones es encuentran atestados de caras bonitas, la banda ameniza el espectáculo y nos obsequia con una regular colección de obras de exquisito gusto

Una Velada

Después con motivo de hallarse completamente restablecida de la grave enfermedad que ha padecido la bellísima señorita Asunción Lastre, nos obsequió en su elegante morada con una velada musical en la que lindas muchachas nos hicieron pasar las horas a las mil maravillas.

La distinguida Sra. Luisa Barreda cantó con afinación la bonita canción de “La chavala”.

La simpática Asunción nos hizo oír su voz de gloria entonando con rara maestría “La vuelta del soldado “ y el dúo de “Bohemios”. Cecilia Gil ejecutó hábilmente en el piano varias obras, entre ellas “El duo de la Africana” que fue cantado admirablemente por la gentil Ernestina Velasco. Y Rosario Villa contó la baturra de “La patria chica”.

Tan agradable velada duró hasta las doce, retirándose los invitados muy satisfechos

Más cultos

Hoy, días del beato Juan de Ávila, el mismo programa de ayer. Esta mañana función religiosa con notable orador.

Por las calles y plazas se nata animación extraordinaria. Los círculos de recreo se encuentran rebosantes. El sol luce su bella aureola sobre el azul y envía a nuestro pueblo en fiestas cascadas de luz, que alegran las caras bonitas y dan placer a unos cuerpecitos gentiles que ya casi creían imposible lucir sus elegantes tocados ante lo empeñado del astro-rey en ocultarse entre pabellones de gasa.

A la hora de terminar estas cuartillas, las campanas voltean alegremente. Es la hora de la procesión. Hasta mi llegan, alegres acordes, estampidos de voladores; y nerviosa y decidida pongo a fin a mi revista y salgo de mi despacho para marchar en pos de la fiesta y seguir informando al Diario

Maria Teresa Villa. Septiembre de 1909

Diario de la Mancha – martes 21 de septiembre de 1909 año IV num. 983

Ecos de Almódovar

Los toros

Con gran animación se celebraron cinco novilladas en la plaza de la Constitución. El principal atractivo de éstas es el encierro de los toros.


Plaza de toros sita en la actual plaza Mayor. Año 1900. Fotografía de Jacinto Pérez-Serrano Alcaraz.

Desde muy temprano infinidad de jinetes se dirigen en busca de éstos. Por las calles circula bastante gente. Los balcones se encuentran atestados de gentiles muchachas. Se siente un gran vocerío seguido del correr de la muchedumbre entre los caballos que vienen delante de los toros con galopar delirante. Pasan éstos y a la plaza todo el mundo, donde se dan suelta a dos o tres bichos, para probar su travesura, y después, a comer y a volver a la plaza. Esta se halla totalmente ocupada, balcones y tablados parecen un museo de perfecciones. La banda ejecuta pasodobles llenes de alegres notas. Las muchachas elegantísimas, luciendo soberbias mantillas blancas que las hacen doblemente hermosas.

Empieza la corrida, que no hay para que decir que es pésima. Los toros mansos hasta dejárselo de sobra, van poco a poco desfilando por la arena, y mientras tanto, se devoran suculentas meriendas que son lo clásico de las capeas.

El desfile es brillantísimo; y después la gente joven se pasa las horas bailando en casa de las muchachas, resultando deliciosos todos los bailes celebrados después de los toros.

El Cine también se vé muy concurrido y a pesar de ser bastante conocidas las películas, en todas las secciones hay un lleno.
Verbena popular año 1953. Fotografía de Sánchez.

Otro baile

Ayer domingo nos vimos sorprendidos con una elegante invitación pare el gran baile de sociedad que se celebró en el soberbio salón de D. Ceferino Portones y que resultó brillantísimo.

Fue organizado por lo selecto de los pollos y la invitación fue muy limitada.

Por allí desfilaron luciendo lindas toilettes, de blanco, las encantadoras Ana Vallhonrat y Amparito Gallego, de Rosa Asunción Sastre y Rosario Villa, de gris Rosario Berastegui, de azul las encantadoras Cecilia Gil y Mercedes Ibarra, de rosa Ana Carbajal, de blanco la ideal Natividad Gómez, de lila y celeste las señoritas de García de la Santa y muchas más que no recuerdo.

El sexo fuerte bien representado, muy amables y obsequiando con galantería a las muchachas.

Fue un baile que dejará en todos un grato recuerdo y como hace tiempo que no se había conocido otro.

Hasta las dos de la madrugada duró, retirándose las muchachas contentísimas dando mil gracias a los organizadores de tan simpática fiesta, que dieron con ella prueba del humor y buen gusto que los distingue.

Yo también se las envío desde estas columnas, celebrando que la última nota de fiestas resultase por ellos tan agradable.

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Vemos como el cine (mudo), las celebraciones religiosas, los toros y los bailes eran la forma más común de divertimento. Espero que la crónica sobre las fiestas de 1909 os haya gustado y que paséis una buenas fiestas 2016 disfrutándolas como se merecen.

Nota: Fotografías extraídas del libro "Imagenes Vividas. Historia Fotográfica de Almodóvar del Campo (1867-1967)". Ayuntamiento de Almodóvar del Campo
Son las 11 de la mañana del día 6 de agosto de 1538, un calor sofocante, debido a la humedad existente, hace insoportable para los asistentes vivir la solemnidad del momento histórico al que asisten. Tras haber clavado en el suelo una cruz, formada por dos troncos de madera, se prestan a comenzar la celebración de una ceremonia religiosa para conmemorar la fiesta de la Transfiguración del Señor y la fundación de la nueva ciudad. El padre Fray Domingo de las Casas oficia el acto al que asisten unos 170 hombres, supervivientes de los 670 que comenzaron la expedición comandada por Gonzalo Jiménez de Quesada para explorar la ribera del río Magdalena. Más de 1000 km de travesía por la selva hasta llegar al punto donde se encontraban, la sabana de Bogotá. Un día antes el General Quesada, espada desenvainada en mano, tomo posesión en nombre del Empesador Carlos V de aquella tierra dando por nombre a la ciudad que se prestaban a fundar Santa Fe de Bogotá, y a todo el país conquistado Nuevo Reino de Granada, en recuerdo de su Granada natal.


Fundación de Santafé de Bogotá. Oleo de Pedro A. Quijano. 1938.

Cristóbal Arias de Monroy, siempre al lado de su fiel amigo y compañero Alonso Domínguez Beltrán, prestaba atención impertérrito a los hechos que estaba viviendo; llevaba poco más de dos años en Indias y su vida había tomado un rumbo que el mismo nunca había podido imaginar. Nació en la villa de Almodóvar del Campo, dependiente del arzobispado de Toledo en el Reino de Castilla, allá por 1507 y sin ventura ni desventura había pasado allí su infancia y juventud. Con algo más 25 años, sin mujer al cargo y sin posibilidad de abandonar la misera vida que le esperaba en el secarral manchego, se decidió a emprender el camino hacia las Indias. A su pueblo habían llegado noticias sobre un mundo lleno de riquezas y oportunidades más allá del océano.

Busco su ocasión y en 1535 esta apareció. Se embarcó como soldado voluntario en la expedición organizada por D. Pedro Fernández de Lugo para conquista de la denominada provincia de Santa Marta y la exploración del rió Magdalena, en la actual Colombia. Entre los mil doscientos hombres que componían el contingente estaban el propio hijo de D. Pedro, Alonso Luis de Lugo, con cargo de capitán, así el lugarteniente o teniente de gobernador, Gonzalo Jiménez de Quesada.

Cristóbal había sentido miedo en el barco, todo era nuevo para él, nunca antes había visto el mar. Los aproximadamente dos meses de travesía le resultaron eternos en aquel barco de madera. Cuando por fin pisó tierra firme, en el asentamiento costero de Santa Marta, una sensación de tranquilidad y sosiego recorrió su cuerpo. Llegaba a un mundo nuevo dejando atrás su pueblo natal, su familia y sus amigos; un sentimiento de melancolía atrapaba su mente en las noches silenciosas, era muy posible que jamas volviera a la tierra de sus orígenes.

Su primera misión fue servir a las ordenes de D. Luis de Lugo pacificando las tierras de la región Santa Marta, fue una época en que la tuvo que romper con todo lo conocido para aprender su nuevo oficio, que algunos denominaban como descubridor o conquistador. Ya con rango de soldado de infantería y ballestero se alistó en la expedición para explorar el río Magdalena capitaneada por Gonzalo Jiménez de Quesada. La expedición partió el 5 de abril de 1536 con 670 hombres, un grupo recorrería la ribera por tierra y otro grupo por agua remontando el río. Jiménez de Quesada se encargó del grupo que iba por tierra, del cual formaba parte Cristóbal. En las instrucciones de la expedición quedó estipulado que el contingente, en su ruta hacia el Virreinato del Perú, debía procurar la paz con los indígenas que hallase en el transcurso y la obligación de pedirles oro para financiar la conquista. Si los aborígenes se negaban a pactar la paz y a colaborar con los españoles, el capitán general podría emprender contra ellos una guerra a sangre y fuego, que permitiría apropiarse de los bienes de los enemigos y subyugarlos. Al cabo de un tiempo se dieron cuenta que Perú seria inalcanzable, estaba demasiado lejos y por ello tras una dura travesía decidieron parar en el lugar donde se encontraban.


En verde la ruta seguida por la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada. https://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_Colombia

Cristóbal rememoraba lo que habían vistos sus ojos, las enfermedades, la falta de agua potable y alimento, la desesperación frente a lo desconocido y los enfrentamientos con los indígenas. Tras un duro recorrido finalmente encontraron oro y joyas, pero el precio pagado y las penurias y sufrimiento que había visto y pasado no sabía si justificaba las riquezas encontradas. Pero sin duda lo que más admiración le causaba era la selva; esta manifestación de la naturaleza era diferente a todo lo que había visto antes, su vegetación tupida, sus caminos y sendas llenas de peligros, los grandiosos ríos que la atravesaban, los pájaros de colores imposibles, el ambiente irrespirablemente húmedo, tan distinto al clima de su Mancha natal, seco y caluroso en verano y frío en invierno. En la selva llovía con una fuerza e intensidad inimaginables para él antes y el clima apenas cambiaba en todo el año. Cristóbal fue uno de los pocos en poder ver la laguna de Guatavita y los ritos cubriendo de oro a personas que allí se hacían, sin duda el Dorado estaba cerca y el había ido allí para encontrarlo. Mientras asistía a la ceremonia religiosa dio gracias a Dios por lo que estaba viviendo, se sentía dichoso, tenía 31 años, continuaba vivo y por fin había conseguido lo que que había venido a buscar, riqueza y una esperanza en el futuro. Dos meses antes, el 6 de junio de 1538, tras hacer los pagos de deudas: salario al cirujano, costo de medicinas, plomo, hilo para ballestas, arcabuces, hachas, azadones, clavos, etc., las donaciones a las iglesias de Santa Marta, el pago de misas por los difuntos y la obligatoria erogación del quinto real, se dividieron un total de 148,000 pesos de oro puro, 16,964 pesos de oro de menor calidad y 836 esmeraldas entre los supervivientes de la expedición.

Tras la fundación de Bogotá la vida continua para Cristóbal, el cual sigue alistándose en más expediciones. Tras asentarse un campamento en Santa Fe, el capitán Gonzalo regresó a España para tomar posesión de las tierras conquistadas dejando al mando a su hermano Hernán. Éste de carácter frío y ambicioso organizó una expedición para buscar el Dorado. Ya tiene el grado de cabo principal de compañía y el virus del oro se ha inoculado profundamente en su cuerpo, por lo que no duda en acompañar a Hernán. La expedición, que llegó hasta Quito, resulta ser un fracaso, más muerte y penuria, llegando a tener que sacrificar a sus propios caballos para alimentarse, pero nuevamente sobrevive al infierno y regresa Santa Fe. Allí sigue ganando fama por su valor entre los descubridores.

Pasa los años asentado en Santa Fé de Bogotá gestionando las encomiendas de Machetá, Manta y Tiribita, situadas en el valle de Tenza en los limites del Zipango, cuya gestión le fue conferida por sus méritos como descubridor de la región. En 1559, ya con fama de aguerrido conquistador y experto conocedor de la región centro de la actual Colombia, se alistó en la expedición capitaneada por Francisco Martínez de Ospina y Medinilla con el fin de buscar minas de oro y plata. Contaba con más de 50 años, pero su espíritu seguía necesitando aventuras. Caminaron a través de las desapacibles tierras de guasquias y guarinoes, cruzando los caudalosos ríos que descienden desde el Nevado del Ruiz para llegar al valle del Corpus Christi. El 13 de Diciembre de 1560 fundan la ciudad de Nuestra Señora de los Remedios; pero sobre todo hay un hecho que convierte a esta expedición en el gran éxito de su vida, encuentran minas de oro.


Situación de Machetá, Manta y Titirita, cercanas a la actual Bogotá (esquina superior derecha).

En pago a su participación en la expedición le asignan una nueva encomienda de 100 casas cerca de los Remedios. Le quitan las otras encomiendas por causas no muy claras, pero al final ante el abandonó en la gestión de la encomienda de los Remedios, recuperó las quer anteriormente le habían pertenecido y donde los indios le tenían un gran aprecio. La encomienda de los Remedios le fue dada a otro conquistador de nombre Diego de Ortíz.

A sus 53 años, con rango de Capitán podía ya disfrutar de una buena posición social en la sociedad de Sante Fé de Bogotá, no obstante algo le faltaba por hacer todavía, casarse. Desde que pisó las Indias la exploración y pacificación había ocupado su tiempo sin tener tiempo para dedicarse a formar familia alguna. Por su mente circulaba la figura de Catalina Siliceo, encomendera extremeña e hija de Lorenzo Blanco y María García de Siliceo. Comenzó a convivir con ella y tuvieron una hija fuera del matrimonio, Francisca Arias de Monroy. En 1576 a los 71 años de edad por fin llego el momento de consagrar su unión y se casaron, nunca es tarde si la dicha es buena, pensaría Cristóbal. Antes que con Catalina había tenido aventuras con algunas indias locales de las que habían nacido otros hijos, como Juan o Jesús Monroy, que no había reconocido al estar fuera del matrimonio.

Los últimos años los pasó entre sus encomiendas y Santa Fé de Bogotá, donde había alcanzado casa solariega, debidamente autorizado por Felipe II. En 1579, a los 72 años de edad fallece en la citada ciudad, hacía 44 años que había llegado a la región de Nueva Granada y en ella se había asentando, encontrando la fortuna que no le fue concedida en España; en ese pedazo de tierra, en Santa Fé de Bogotá había encontrado su dorado particular. Cada vez que algo de paz llegaba a su vida recordaba los campos adehesados campos del sur de su Castilla natal e imaginaba que regresaba a la villa de Almodóvar del Campo con gran boato y fortuna. Siempre que podía escribía cartas a sus familiares que se quedaron en España contándoles sus andanzas, seguro que sus aventuras habían hecho volar la imaginación de sus antiguos paisanos, propiciando que algunos siguieran sus pasos a las Indias.



Extracto de El Carnero. Conquista y Descubrimiento del Reino de Nueva Granada. Juan Rodríguez Freyle. 1636

Su hija, Francisca Arias de Monroy, heredó las encomiendas y se caso con el alguacil mayor de Santa Fé de Bogotá, D. Francisco de Estrada, el cual había llegado a combatir con Don Juan de Austria en Lepanto, Túnez y Flandes. Tuvieron una hija, Ana María de Herrera y Calderón, pero las relaciones entre madre e hija no fueron buenas y a la muerte de Doña Francisca en el testamento las encomiendas las legó a Doña Constanza del Prado de Guevara. Se planteo un pleito entre las herederas y las encomiendas quedaron vacantes por resolución de la Real Audiencia. Tras este hecho la única descendiente legítima de Cristobal Arias de Monroy ingresó en el convento del Carmén de Bogotá hasta su muerte, extinguiéndose la descendencia directa del conquistador.

Cristóbal Arias de Monroy es reconocido como uno de los Manchegos Ilustres de la época de Cervantes, según José Sanz y Díaz, Académico de la Real de Bellas Artes y Ciencias históricas de Toledo y nos ha parecido interesante recordar sus viajes y aventuras a través de la selva en la actual Colombia. Asimismo la vida de Cristóbal Arias de Monroy nos lleva hasta un tema de actualidad, la falta de trabajo y futuro en el mundo rural, que empuja a sus habitantes a tener que ir lejos de su hogar, vemos que este problema no es nuevo y en el siglo XVI ya existía una problemática, con sus matices, similar a la actual. A estás personas que tienen que ir lejos para buscar un futuro mejor dedicamos la historia de nuestro paisano Cristóbal, y que su ejemplo de emprendimiento, superación frente adversidad de las circunstancias perdure y sea recordado.

Referencias:

Manchegos Ilustres en la época de Cervantes. José Sanz y Díaz La Mancha. Revista de estudios regionales, 4 (octubre-diciembre 1961).

El Carnero. Conquista y Descubrimiento del Reino de Nueva Granada. Juan Rodríguez Freyle. 1636.

La provincia de Ciudad Real en el Nuevo Mundo (siglos XVI y XVII). Andrés Mejía Godero. Bliblioteca Oretana, Ediciones C&C.

Tributo y trabajo del indio en Nueva Granada. Maria Angeles Eugenio Martínez. CSIC. 1977.

Etnohistoria de subachoque. Siglos XVI - XVII. alvaro E. Bermudez Paez. Instituto Colombiano de Antropología. Revista Colombiana de Antropología Vol XXIX, 1992.

La expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada al mar del sur y la creacion del Reino de Nueva Granada. José Ignacio Avellaneda Navas. Banco de la República. 1995.

Cronicas de Bogotá. Tomo I, capitulo VII. Pedro Marias López. Banco de la República

Unidos Municipio Macheta.

Machetaquerida.blogspot.com

http://ruborpuebloscundinamarca.blogspot.com.es/2009/07/macheta-y-manta.html



Las costumbres son prácticas tradicionales que lleva a cabo una colectividad en un lugar. Aparecen en unas determinas circunstancias y con el paso de los años suelen cambiar su forma adaptándose a los cambios sociales y tecnológicos; en otras ocasiones los citados cambios provocan su desaparición. Hoy vamos a escribir sobre una costumbre que poco a poco fue desapareciendo de la vida de Almodóvar del Campo y hoy prácticamente ha caído en el olvido, la enramá o ramo.

Despedida de un quinto que se incorporaba al servicio militar, aproximadamente 1930. Fotógrafo desconocido. Libro Imágenes Vividas, Historia Fotográfica de Almodóvar del Campo, 1995. 

Con el nombre de enramá encontramos diversas costumbres y tradiciones a lo largo de la península, todas ellas con un factor común, el emparejamiento de jóvenes y un símbolo común, un elemento vegetal, rama o flor, que es la que da nombre al acto. Así pues en Pinofranqueado, en la Urdes llaman enramá a una fiesta en la que se emparejan jóvenes en la víspera de la San Bartolomé; las chicas colocan la enramá, consistente en un collar de flores silvestres sobre el chico y tienen durante un periodo de tiempo aparentar que son novios. En Navahermosa, Toledo, durante la noche de San Juan los chicos echan la enramá sobre las chicas, lo que cosiste en colocar una flor o rama de árbol en la puerta de la novia o chica pretendida; y así podemos seguir comentando costumbres similares en otros lugares. En Almodóvar también había una tradición denominada la enramá; como verenos algo más "gamberra" que las descritas pero con puntos en común con ellas. 

A partir de unos apuntes que facilitó Joaquín Peñalvo a Jacinto Ruiz García Minguillán y textos en el libro de Historia de Almodóvar del Campo que escribió Eduardo Agostini, vamos a intentar explicar en qué consistía esta curiosa costumbre que tenían los quintos de Almodóvar.

No hace tanto tiempo el servicio militar era para muchos la única oportunidad de salir del pueblo. En la víspera de su marcha los mozos recorrían el pueblo señalando con azulete o almagra la casa de su novia o de la chica que pretendían. Esta marca, que aparece al lanzar el liquido contra la fachada, aparentaba lo que podía ser una rama de un árbol, de ahí el nombre de enramá o ramo. Podemos imaginarnos el enfado del padre al ver como le dejaban la fachada de la casa marcada unos jóvenes que iban de fiesta por su marcha al servicio militar,  a la vez también imaginamos la risueña sonrisa de la pretendida, o consumado enfado sino era pretendida por el que ella quería.

Se indica en el documento facilitado por  Peñalvo que:

“En relación a esta tradición nos cuentan nuestros mayores que antiguamente los mozos se iban a la mili en el primer trimestre del año. Antes de irse, salían de ronda por el pueblo y echaban la típica enramá, consistente en pintar la fachada de la novia o moza que le gustaba con una especie de polvos disueltos en agua de color azul o rojo.

Casa cercana al Altozano, donde en el lado derecho a la ventana del piso superior se puede intuir restos de una enramá.

La finalidad de poner la enramada a una moza era doble. En primer lugar, se suele interpretar como un obsequio, un tributo personal a la mujer que se intenta cortejar; en segundo lugar sirve para comunicar al pueblo la elección que cada mozo había hecho"

Agostini asocia esta tradición a los gañanes, personas que trabajaban en el campo a las ordenes de otra persona. Sobre ellos indica en su libro:

… No ocurre así con estos típicos gañanes, representantes del Almodóvar tradicional, fuertes, simpáticos, generosos, que visten blusa azul y los domingos y días festivos cuellos almidonados en competencia por su blancura; que asisten a las bodas separándose los hombres de las mujeres; que pelan la pava en las rejas, cubiertos en invierno por una enorme manta que les hace invisibles a los novios; que no salen del pueblo para otra cosa que para el servicio militar, recorriéndolo en vísperas de la partida con su típica enramá señalando cada uno con salpicaduras la casa de la novia. Estos típicos gañanes hablan un castellano mezcla de clásico y decandente “ha dicho y que usted no vendría”; “le he visto de correr”; “de que me vido lo trujo”… “Ven acá aquí”; “Veros de ahí”.

Extracto sobre las costumbres de los gañanes. Página 150 libro de Historia de Almodovar de Eduardo Agostini. 

Entre los quintos que iban de enramá era costumbre apostar a ver quien dibujaba el mejor ramo, y de esta forma determinar quien pagaba la “convidá”. Los mismos participantes actuaban como jueces e iban viendo los ramos uno por uno para calificarlos. Los que obtenían menos puntos eran los encargados de pagar. Una copilla típica que cantaban mientras iban de casa en casa era la siguiente:

En tu puerta, niña,
Hay una arboleda
Que lleva los ramos
A tu cabecera.


Restos de la enramá en una casa en la calle de Francisco Laso.  Se puede apreciar ténuemente al lado del escudo que hay sobre la puerta.

Actualmente ya quedan pocas fachadas que mantengan el ramo, si alguno tiene una fotografía antigua agradeceríamos que nos la enviara para publicarla en la entrada. Hemos podido fotografiar dos casas en las que todavía se observan restos de la enramá, una sita cerca del altozano y otra en la calle Francisco Laso, aunque ya están en muy mal estado.

La costumbre del ramo o enramá fue desapareciendo poco a poco al ir desapareciendo los gañanes y los quintos. Aun cuando sea una costumbre desaparecida es siempre interesante recordarla, algunos de nuestros antepasado seguro que pintaron un buen ramo en casa de nuestras abuelas o bisabuelas. Tuvo su momento y su por qué; quizá ahora no se entienda lo de pintar la fachada de la pretendida, pero en su momento formó parte de las tradiciones y forma de vida de los habitantes de Almodóvar del Campo. Quizá esta tradición de cortejo pueda ser recuperada en otra forma en un futuro próximo.

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Jacinto Ruiz García-Minguillán, Patricia Ruiz Carmona y Jacinto Ruiz Carmona. Enamorados de los objetos antiguos, su restauración e historia; así como de las tradiciones y costumbres de nuestra tierra.

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