Las Minas del Horcajo. Parte 1: El descenso a la mina.

Minas del Horcajo fue la pedanía más importante de Almodóvar del Campo. El auge de la minería a finales del siglo XIX y principios del siglo XX hizo de este lugar, enclavado en sierra Madrona, uno de los centros mineros más importantes de la provincia. Su historia está bastante bien documentada, véanse por ejemplo los siguientes enlaces Minas del Horcajo y Fotografias; no obstante en las dos próximas entradas en el blog vamos a acercar un aspecto menos conocido, el trabajo en sus minas.


Vista de las instalaciones mineras, al fondo se observa la población.

Con motivo de un viaje por causas personales a Minas del Horcajo del que fuera Diputado en Cortes Horacio Pascual y Castañón, éste escribió en el periódico La Unión en sus números de 15 y 16 de marzo de 1879 un relato de su viaje, regalándonos una descripción detallada de cómo eran las minas y el trabajo en el interior de la mismas.

En aquellas fechas Minas del Horcajo ya contaba con 1100 habitantes y se encontraba en pleno crecimiento; 20 años después en 1900, vivían en este lugar unas 3700 personas, según los anuarios de la época. La inundación de las minas en 1911 y posterior abandono hizo que la gente poco a poco emigrara quedando prácticamente despoblado el núcleo a partir de la mitad del siglo XX. Hoy en día paseando por el tranquilo y bello entorno donde estaba ubicada la población es difícil hacerse una idea de la vida que tuvo ese lugar. Escuelas, tabernas, Iglesia, lavaderos de mineral e incluso una plaza de toros integraban el núcleo urbano.

Fotografía estereográfica. Callejón

Las entradas las hemos ilustrado con diversas fotografías que hemos recopilado y que nos ayudaran a hacernos una idea de cómo era la población y la vida en ella. Llamamos la atención sobre un conjunto de fotografías estereoscópicas realizadas en 1911 por el ingeniero francés Ls. Legrand. Sin más os dejamos con el texto de Horacio, transcrito con la misma ortografía que el usó:

Extracto del periódico La Unión. 15  de marzo de 1879

"Un asunto triste, tristísimo, me hace salir para las minas del Horcajo, situadas en la provincia de Ciudad-Real. Llegué á las nueve de la mañana á la estación Veredas, y á las diez salí en una cabalgadura para aquel sitio. Atravesé el puerto de Pulido, la inmensa y dilatada llanura del fértil y rico valle de la Alcudia; más adelante otros dos puertos, el de la Inés y el del Horcajo; todos ricos y variados en magníficos y sorprendentes panoramas donde el alma se extasiaba de placer, á pesar de la amargura de que iba llena la mía.

Una vez que empecé a descender el último de los puertos divisé a mis pies y hacia la izquierda, una línea de blancas casas, que destacándose sobre la verdura de aquellas fragosas montañas, producían sorprendente visualidad.

Fotografía de la iglesia. Hermanos Gil DomÍnguez

El día tocaba á su ocaso, y negros crespones cubrían los últimos rayos del sol. ¡Todo respiraba tristeza!

Eché pié á tierra maquinalmente, y al volverme para continuar mi camino, diviso una sencilla construcción; en su frente una puerta, sobre ella una cruz.

Los latidos de mí corazón condensaron sus vapores, haciendo salir lágrimas á los ojos; él, antes que mi cerebro, adivinó aquel recinto.

¡Aquel recinto era la mansión de los muertos! Allí está la que me dio el ser; que ya no he de ver nunca.

Plano de las minas. Proyecto fin de carrera de Hilario Nervada González, año 1894. ETSI Minas Universidad Politécnica de Madrid

¡Madre! ¡Madre mía! decía yo casi transido de dolor, quiero verte, quiero darte el último beso, quiero entrar donde tú estás.

Y loco, corría hacia el cementerio. Se me interpuso mi acompañante diciéndome que estaba cerrado y que allí no habitaba NADIE.

Me detuve, llamé en mi auxilio todas las fuerzas posibles y partí para el lugar

Entre en casa de mi hermana... ¡Qué horror! Resisto el reseñar nuestra entrevista. Todo fué pena, tristeza, sentimiento.

Después de los nueve primeros días del riguroso luto, durante los cuales todos los empleados de aquel establecimiento rivalizaron en demostraciones de afectuoso cariño, á pesar de no tener el gusto de conocerlos, trataron de distraer mi ánimo, haciéndome más llevadera la vida los días que allí permanecí.

El ingeniero jefe me propuso la bajada á la mina, invitación que acepté sin titubear; pues tenía, desde muy antiguo, especial deseo de conocer una. Arreglámoslo para el siguiente dia, á las nueve de la mañana; y listo ya, esperando seguía, cuando se presentó el segundo ayudante de D. Pedro Moyano, diciéndome que el señor ingeniero no podía acompañarme pero que le enviaba á él con aquel objeto, ó que de lo contrario, lo dejase para otro día. No quise dilatar por más tiempo mi deseo minero, y partimos.

Vista de la población. En la pate inferior se observan las mismas instalaciones que en la primera imagen de la entrada

Penetré en la mina por el Malacate ó pozo, minero, situado al Norte. Bajé de un tirón hasta la tercera planta, ó sea 60 metros. Mi acompañante iba armado de su correspondiente candil.

A mecida que bajaba era mayor mi curiosidad, y no advertía los peligrosa a que ésta me exponía.

Una vez en dicha planta empezamos á caminar por ella.

Mi asombro crecía á la par de mi admiración.

Aquella inmensa galería; aquellos múltiples ecos, producidos por el seco golpe de la barrena en la dura roca; los innumerables y bien colocados palos, para el sostenimiento de techos y paredes, conocido este colosal trabajo con el nombre de “entibación” y que constituye una especie de arquitectura sui generis; aquella oscuridad con nada comparada; aquellos demacrados rostros de entivadores y mineros; aquel frió glacial, y aquel calor asfixiante, me hicieron comprender lo que antes no me hubiera explicado. Sentí algo sobrenatural, y admiré la ciencia.

Llegamos á la culata de esta planta, donde se está explotando el filón y me sobrecogí al contemplar el rudo y expuesto trabajo del minador. En esta culata, como en todas, el calor es tan sofocante que es muy difícil la respiración, aun sin hacer nada. El minero, asido á su barrena, la hace penetrar á fuerza de golpes en aquella impertérrita tapia, y después que ha logrado introducir en ella la cantidad necesaria para colocar la destructora dinamita, prende la mecha y se separa lo suficiente para que la explosión no le lastime. Pero ¡ah! ¡qué cuidado y cuánta previsión necesita el pobre minero! Muchas veces por accidentes imposibles de prever, son víctimas de las explosiones.

Procesión de San Juan. Años 50. Aurora Garcia Clemente.

Bajé después á 4ª, 5ª, 6ª y 7ª plantas, y estando asido á la escala para descolgarme de ésta á la 8ª, dispararon un barreno como a unos 30 metros de nosotros. Yo no sé que pasó en aquel instante por mí. Siempre me había producido espanto la idea del disparo de un barreno dentro de la mina, porque temía al movimiento de trepidación; yo me acordé entonces de parientes, amigos y enemigos, y sobre todo, de tres infelices que estaban en el hospital; uno al que habían cortado la pierna izquierda; otro que había perdido los ojos, quedándose horriblemente desfigurado, y el tercero, que estaba poco menos que el anterior. Pensé en todo esto con la rapidez del rayo mientras mi corazón latía con velocidad tal, que llegué á dudar si oscilaba la escala que me sostenía. Me permitieron mis fuerzas decir suavemente á mí acompañante la causa de tan atroz detonación, contestándome con sin igual indiferencia: un barreno.

No fue menor mi angustia cuando se nos apagó la luz en uno de aquellos tubos por donde nos filtrábamos. ¡Qué oscuridad tan espantosa ¡Qué necesidad de ver luz! Con estos contratiempos, yo ya me iba acostumbrando, y sentía amor al oficio. Examiné, siempre con creciente atención, las diferentes calatas, así como las labores de explotación y exploración sobre el filón de Ana María. Pasamos por un crucero al N. de dicho filón en busca del San Alberto, ó sea él primitivo que trabajó la sociedad que explota estas minas, verificándose en la actualidad labores de exploración en las profundidades de las plantas 8ª, 9ª y 10ª.

Estación de Tren de Minas del Horcajo


Continuará

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