Cristóbal Arias de Monroy. El manchego que vio el Dorado

Son las 11 de la mañana del día 6 de agosto de 1538, un calor sofocante, debido a la humedad existente, hace insoportable para los asistentes vivir la solemnidad del momento histórico al que asisten. Tras haber clavado en el suelo una cruz, formada por dos troncos de madera, se prestan a comenzar la celebración de una ceremonia religiosa para conmemorar la fiesta de la Transfiguración del Señor y la fundación de la nueva ciudad. El padre Fray Domingo de las Casas oficia el acto al que asisten unos 170 hombres, supervivientes de los 670 que comenzaron la expedición comandada por Gonzalo Jiménez de Quesada para explorar la ribera del río Magdalena. Más de 1000 km de travesía por la selva hasta llegar al punto donde se encontraban, la sabana de Bogotá. Un día antes el General Quesada, espada desenvainada en mano, tomo posesión en nombre del Empesador Carlos V de aquella tierra dando por nombre a la ciudad que se prestaban a fundar Santa Fe de Bogotá, y a todo el país conquistado Nuevo Reino de Granada, en recuerdo de su Granada natal.


Fundación de Santafé de Bogotá. Oleo de Pedro A. Quijano. 1938.

Cristóbal Arias de Monroy, siempre al lado de su fiel amigo y compañero Alonso Domínguez Beltrán, prestaba atención impertérrito a los hechos que estaba viviendo; llevaba poco más de dos años en Indias y su vida había tomado un rumbo que el mismo nunca había podido imaginar. Nació en la villa de Almodóvar del Campo, dependiente del arzobispado de Toledo en el Reino de Castilla, allá por 1507 y sin ventura ni desventura había pasado allí su infancia y juventud. Con algo más 25 años, sin mujer al cargo y sin posibilidad de abandonar la misera vida que le esperaba en el secarral manchego, se decidió a emprender el camino hacia las Indias. A su pueblo habían llegado noticias sobre un mundo lleno de riquezas y oportunidades más allá del océano.

Busco su ocasión y en 1535 esta apareció. Se embarcó como soldado voluntario en la expedición organizada por D. Pedro Fernández de Lugo para conquista de la denominada provincia de Santa Marta y la exploración del rió Magdalena, en la actual Colombia. Entre los mil doscientos hombres que componían el contingente estaban el propio hijo de D. Pedro, Alonso Luis de Lugo, con cargo de capitán, así el lugarteniente o teniente de gobernador, Gonzalo Jiménez de Quesada.

Cristóbal había sentido miedo en el barco, todo era nuevo para él, nunca antes había visto el mar. Los aproximadamente dos meses de travesía le resultaron eternos en aquel barco de madera. Cuando por fin pisó tierra firme, en el asentamiento costero de Santa Marta, una sensación de tranquilidad y sosiego recorrió su cuerpo. Llegaba a un mundo nuevo dejando atrás su pueblo natal, su familia y sus amigos; un sentimiento de melancolía atrapaba su mente en las noches silenciosas, era muy posible que jamas volviera a la tierra de sus orígenes.

Su primera misión fue servir a las ordenes de D. Luis de Lugo pacificando las tierras de la región Santa Marta, fue una época en que la tuvo que romper con todo lo conocido para aprender su nuevo oficio, que algunos denominaban como descubridor o conquistador. Ya con rango de soldado de infantería y ballestero se alistó en la expedición para explorar el río Magdalena capitaneada por Gonzalo Jiménez de Quesada. La expedición partió el 5 de abril de 1536 con 670 hombres, un grupo recorrería la ribera por tierra y otro grupo por agua remontando el río. Jiménez de Quesada se encargó del grupo que iba por tierra, del cual formaba parte Cristóbal. En las instrucciones de la expedición quedó estipulado que el contingente, en su ruta hacia el Virreinato del Perú, debía procurar la paz con los indígenas que hallase en el transcurso y la obligación de pedirles oro para financiar la conquista. Si los aborígenes se negaban a pactar la paz y a colaborar con los españoles, el capitán general podría emprender contra ellos una guerra a sangre y fuego, que permitiría apropiarse de los bienes de los enemigos y subyugarlos. Al cabo de un tiempo se dieron cuenta que Perú seria inalcanzable, estaba demasiado lejos y por ello tras una dura travesía decidieron parar en el lugar donde se encontraban.


En verde la ruta seguida por la expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada. https://es.wikipedia.org/wiki/Conquista_de_Colombia

Cristóbal rememoraba lo que habían vistos sus ojos, las enfermedades, la falta de agua potable y alimento, la desesperación frente a lo desconocido y los enfrentamientos con los indígenas. Tras un duro recorrido finalmente encontraron oro y joyas, pero el precio pagado y las penurias y sufrimiento que había visto y pasado no sabía si justificaba las riquezas encontradas. Pero sin duda lo que más admiración le causaba era la selva; esta manifestación de la naturaleza era diferente a todo lo que había visto antes, su vegetación tupida, sus caminos y sendas llenas de peligros, los grandiosos ríos que la atravesaban, los pájaros de colores imposibles, el ambiente irrespirablemente húmedo, tan distinto al clima de su Mancha natal, seco y caluroso en verano y frío en invierno. En la selva llovía con una fuerza e intensidad inimaginables para él antes y el clima apenas cambiaba en todo el año. Cristóbal fue uno de los pocos en poder ver la laguna de Guatavita y los ritos cubriendo de oro a personas que allí se hacían, sin duda el Dorado estaba cerca y el había ido allí para encontrarlo. Mientras asistía a la ceremonia religiosa dio gracias a Dios por lo que estaba viviendo, se sentía dichoso, tenía 31 años, continuaba vivo y por fin había conseguido lo que que había venido a buscar, riqueza y una esperanza en el futuro. Dos meses antes, el 6 de junio de 1538, tras hacer los pagos de deudas: salario al cirujano, costo de medicinas, plomo, hilo para ballestas, arcabuces, hachas, azadones, clavos, etc., las donaciones a las iglesias de Santa Marta, el pago de misas por los difuntos y la obligatoria erogación del quinto real, se dividieron un total de 148,000 pesos de oro puro, 16,964 pesos de oro de menor calidad y 836 esmeraldas entre los supervivientes de la expedición.

Tras la fundación de Bogotá la vida continua para Cristóbal, el cual sigue alistándose en más expediciones. Tras asentarse un campamento en Santa Fe, el capitán Gonzalo regresó a España para tomar posesión de las tierras conquistadas dejando al mando a su hermano Hernán. Éste de carácter frío y ambicioso organizó una expedición para buscar el Dorado. Ya tiene el grado de cabo principal de compañía y el virus del oro se ha inoculado profundamente en su cuerpo, por lo que no duda en acompañar a Hernán. La expedición, que llegó hasta Quito, resulta ser un fracaso, más muerte y penuria, llegando a tener que sacrificar a sus propios caballos para alimentarse, pero nuevamente sobrevive al infierno y regresa Santa Fe. Allí sigue ganando fama por su valor entre los descubridores.

Pasa los años asentado en Santa Fé de Bogotá gestionando las encomiendas de Machetá, Manta y Tiribita, situadas en el valle de Tenza en los limites del Zipango, cuya gestión le fue conferida por sus méritos como descubridor de la región. En 1559, ya con fama de aguerrido conquistador y experto conocedor de la región centro de la actual Colombia, se alistó en la expedición capitaneada por Francisco Martínez de Ospina y Medinilla con el fin de buscar minas de oro y plata. Contaba con más de 50 años, pero su espíritu seguía necesitando aventuras. Caminaron a través de las desapacibles tierras de guasquias y guarinoes, cruzando los caudalosos ríos que descienden desde el Nevado del Ruiz para llegar al valle del Corpus Christi. El 13 de Diciembre de 1560 fundan la ciudad de Nuestra Señora de los Remedios; pero sobre todo hay un hecho que convierte a esta expedición en el gran éxito de su vida, encuentran minas de oro.


Situación de Machetá, Manta y Titirita, cercanas a la actual Bogotá (esquina superior derecha).

En pago a su participación en la expedición le asignan una nueva encomienda de 100 casas cerca de los Remedios. Le quitan las otras encomiendas por causas no muy claras, pero al final ante el abandonó en la gestión de la encomienda de los Remedios, recuperó las quer anteriormente le habían pertenecido y donde los indios le tenían un gran aprecio. La encomienda de los Remedios le fue dada a otro conquistador de nombre Diego de Ortíz.

A sus 53 años, con rango de Capitán podía ya disfrutar de una buena posición social en la sociedad de Sante Fé de Bogotá, no obstante algo le faltaba por hacer todavía, casarse. Desde que pisó las Indias la exploración y pacificación había ocupado su tiempo sin tener tiempo para dedicarse a formar familia alguna. Por su mente circulaba la figura de Catalina Siliceo, encomendera extremeña e hija de Lorenzo Blanco y María García de Siliceo. Comenzó a convivir con ella y tuvieron una hija fuera del matrimonio, Francisca Arias de Monroy. En 1576 a los 71 años de edad por fin llego el momento de consagrar su unión y se casaron, nunca es tarde si la dicha es buena, pensaría Cristóbal. Antes que con Catalina había tenido aventuras con algunas indias locales de las que habían nacido otros hijos, como Juan o Jesús Monroy, que no había reconocido al estar fuera del matrimonio.

Los últimos años los pasó entre sus encomiendas y Santa Fé de Bogotá, donde había alcanzado casa solariega, debidamente autorizado por Felipe II. En 1579, a los 72 años de edad fallece en la citada ciudad, hacía 44 años que había llegado a la región de Nueva Granada y en ella se había asentando, encontrando la fortuna que no le fue concedida en España; en ese pedazo de tierra, en Santa Fé de Bogotá había encontrado su dorado particular. Cada vez que algo de paz llegaba a su vida recordaba los campos adehesados campos del sur de su Castilla natal e imaginaba que regresaba a la villa de Almodóvar del Campo con gran boato y fortuna. Siempre que podía escribía cartas a sus familiares que se quedaron en España contándoles sus andanzas, seguro que sus aventuras habían hecho volar la imaginación de sus antiguos paisanos, propiciando que algunos siguieran sus pasos a las Indias.



Extracto de El Carnero. Conquista y Descubrimiento del Reino de Nueva Granada. Juan Rodríguez Freyle. 1636

Su hija, Francisca Arias de Monroy, heredó las encomiendas y se caso con el alguacil mayor de Santa Fé de Bogotá, D. Francisco de Estrada, el cual había llegado a combatir con Don Juan de Austria en Lepanto, Túnez y Flandes. Tuvieron una hija, Ana María de Herrera y Calderón, pero las relaciones entre madre e hija no fueron buenas y a la muerte de Doña Francisca en el testamento las encomiendas las legó a Doña Constanza del Prado de Guevara. Se planteo un pleito entre las herederas y las encomiendas quedaron vacantes por resolución de la Real Audiencia. Tras este hecho la única descendiente legítima de Cristobal Arias de Monroy ingresó en el convento del Carmén de Bogotá hasta su muerte, extinguiéndose la descendencia directa del conquistador.

Cristóbal Arias de Monroy es reconocido como uno de los Manchegos Ilustres de la época de Cervantes, según José Sanz y Díaz, Académico de la Real de Bellas Artes y Ciencias históricas de Toledo y nos ha parecido interesante recordar sus viajes y aventuras a través de la selva en la actual Colombia. Asimismo la vida de Cristóbal Arias de Monroy nos lleva hasta un tema de actualidad, la falta de trabajo y futuro en el mundo rural, que empuja a sus habitantes a tener que ir lejos de su hogar, vemos que este problema no es nuevo y en el siglo XVI ya existía una problemática, con sus matices, similar a la actual. A estás personas que tienen que ir lejos para buscar un futuro mejor dedicamos la historia de nuestro paisano Cristóbal, y que su ejemplo de emprendimiento, superación frente adversidad de las circunstancias perdure y sea recordado.

Referencias:


El Carnero. Conquista y Descubrimiento del Reino de Nueva Granada. Juan Rodríguez Freyle. 1636.

La provincia de Ciudad Real en el Nuevo Mundo (siglos XVI y XVII). Andrés Mejía Godero. Bliblioteca Oretana, Ediciones C&C.

Tributo y trabajo del indio en Nueva Granada. Maria Angeles Eugenio Martínez. CSIC. 1977.

Etnohistoria de subachoque. Siglos XVI - XVII. alvaro E. Bermudez Paez. Instituto Colombiano de Antropología. Revista Colombiana de Antropología Vol XXIX, 1992.

La expedición de Gonzalo Jiménez de Quesada al mar del sur y la creacion del Reino de Nueva Granada. José Ignacio Avellaneda Navas. Banco de la República. 1995.

Cronicas de Bogotá. Tomo I, capitulo VII. Pedro Marias López. Banco de la República





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