La historia de la siega. Desde Egipto hasta finales del siglo XIX por C. Rodrigañez

Reproducimos un articulo escrito por C. Rodrigañez en la Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento en 1883, sobre la evolución de las herramientas y utensilios para realizar la siega y como estos han ido evolucionando en el tiempo. Partimos desde herramientas básicas como la hoz, ya utilizada en el neolítico, y acabamos con ingenios precursores de las actuales cosechadoras. La evolución desde el momento en el que acaba el articulo hasta la actualidad ha sido evidentemente enorme, pero no podemos olvidar como se ha realizado la siega a lo largo de milenios y el esfuerzo que ha supuesto a la humanidad; por eso nos ha parecido interesante recuperar este trabajo. Sin más os dejamos con el ameno articulo del citado C. Rodrigañez.

Siempre, en todos los ramos del saber humano y en sus múltiples aplicaciones á la vida social, es de gran importancia recurrir á la historia, “ese monumento eterno que recibe la herencia intelectual de las generaciones para salvarla de los naufragios del tiempo y los olvidos de la tumba:” la provechosa enseñanza del pasado nos guía en el presente y anima y sostiene la esperanza en lo porvenir; los reveses y obstáculos vencidos fortifican el ánimo en la lucha constante del progreso.

La historia de la agricultura, siguiendo paso á paso la marcha de la humanidad, retratando fielmente su situación en las diversas fases que en su largo camino ha atravesado, presentándose pobre y extensiva en las primeras edades, rica y floreciente en aquellos pueblos que alcanzan mayor cultura de todos géneros, no sólo nos indica que el bienestar moral y material están en razón directa y casi subordinados á la prosperidad de los campos, sino que también hace germinar la fe más ciega en las reformas científicas y en los adelantos modernos.

Figura 1: la siega en Egipto hace 6.000 años.

En España, donde, entre otras causas, el espíritu de la rutina se opone al desarrollo de las innovaciones agrícolas; aquí, donde la máquina más perfeccionada lucha con las antiguas prácticas y aun llevando á su lado el éxito es vencida, los ensayos son casi siempre de consecuencias funestas; desgraciado el que inventa, modifica ó introduce cualquier mecanismo ó trata de implantar algún cultivo; si desde el primer momento no consigue realizar todas las ventajas que se propone, las críticas más duras y las consecuencias más descabelladas llueven sobre él, sin tener en cuenta que á veces la operación depende de un detalle imprevisto, y que una vez conocido el tan criticado sistema, puede redundar en beneficio inmenso para la clase labradora. A nada de esto se atiende, la atmósfera desfavorable se esparce envolviendo todo lo que desconocido y difícilmente y á costa de grandes esfuerzos puede desvanecerse. Por esta razón todo lo que tiende á destruir ese espíritu antireformista, lo consideramos digno de la mayor atención y creemos que los estudios históricos de la mecánica agrícola pueden contribuir en gran manera á este objeto.

Hoy que el problema de la siega mecánica está completa y satisfactoriamente resuelto; hoy, que la misma máquina, con gran economía de tiempo y de dinero, librando al hombre de una penosa faena hecha bajo un sol canicular, siega la mies, agavilla y deposita los haces uniformemente en el suelo, vuelvan la vista nuestros labradores al pasado, vean las metamorfosis que ese mecanismo ha sufrido para llegar al perfeccionamiento que tiene, y digan después de conocido todo esto, si no es injusticia notoria contrarrestar el impulso de la agricultura hacia las mejoras modernas ya ensayadas, y entorpecer con la apatía ó la oposición más ruda el espíritu reformista, cuando hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse en gran estima por ser preludios de conquistas tan grandiosas como las obtenidas en el material agrícola.
Figura 2: maquina de segar de los galos.

Desde el momento que el hombre trazó el primer surco en la tierra y abandona la vida errante del pastoreo, los cereales, el trigo entre ellos, crecen al lado del hogar, figurando como uno de los principales alimentos: desde los tiempos más remotos se conocen las fiestas de la abundancia. Cuando llega la época de la siega, ya sea en una ú otra forma, todos los pueblos han celebrado esta solemnidad consagrada á Ceres, cuyas sacerdotisas abren la marcha en la procesión del trabajo.
Figura 3: máquina de segar de los romános.

Las noticias que á nosotros han llegado de las primeras edades, comprueban que el cultivo, y por consiguiente la siega de los cereales, cuentan unas ejecutorias tan largas como las de la humanidad. No los encontramos en las primeras edades de la India, donde la fertilidad del suelo y su espontánea y exuberante vegetación evitaban toda clase de cultivo; pero ya en el Egipto, en las orillas del misterioso Nilo, encontramos en las tumbas y en los templos numerosos restos de su escritura jeroglífica, que revelan, no sólo la explotación de los cereales, sino también los procedimientos que para recogerlos se empleaban: ejemplo de esto es la figura 1 copiada de una tumba que indica la forma en que se hacia la siega en Egipto hace seis mil años.
Figuras 4 Primera guadaña perfeccionada de los antiguos
Figura 5 Hoz de los antiguos.

Los diferentes instrumentos que para la recolección se han empleado son muy diversos, y de ellos nos ocuparemos más tarde; las máquinas segadoras, en cambio, hasta época muy reciente son escasas, y en la antigüedad sólo se conocía un sistema, debido, según todos los autores, á los galos; esta máquina, ya conocida en la Galia cuando ésta se hizo romana en costumbres y en lenguaje en tiempo de Vespasiano, es la misma que adoptaron más tarde los romanos. Según las descripciones de Plínio y Palladio, consiste en una especie de carro montado sobre dos ruedas que lleva en su parte anterior una plancha con un número variable de dientes, según la extensión que se quiera abarcar, y una especie de ranuras por las que se introduce la espiga, cayendo en la caja del carro: un buey enganchado en la parte posterior de aquél, la imprime movimiento, y la espiga se separa de la paja, pero sin ningún aprovechamiento de ella. Esta máquina es lo mismo en la Galia que en los campos romanos, según puede verse por la figura 2 y por la 3 que tomamos, así como algunas otras, de un folleto publicado por Mr. Pilter.
Figura 6: Ani Ani empleada en Java.
Figura 7: hoz usada en España.

Figura 8: hoz dentada de los antiguos.

La segadora de los galos desaparece de la práctica por completo, sin duda alguna, cuando el aumento de terreno cultivado hizo disminuir los pastos y obligó á aprovechar la paja para alimento del ganado; pero si de máquinas no encontramos vestigio en un largo período de tiempo, no sucede lo mismo con los cuchillos, hoces y guadañas que se emplean en la siega á brazo, que se multiplican afectando formas muy variadas, según su destino y los pueblos que los usan. Las narraciones, medallas y monumentos antiguos indican algunos de estos instrumentos, entre los que podemos señalar la primera guadaña perfeccionada de los antiguos (figura 4) y la hoz, también contemporánea de la anterior, figura 5, el Ani Ani, cuchillo usado por los naturales de la isla de Java, figura 6, y la hoz, todavía generalizada en España con una curvatura más ó menos pronunciada en la hoja y un mango terminado por una ligera eminencia, según puede verse en la figura 7, que sirve para sujetarla mejor.
Figura 9: hoz dentanda del Reino de Valencia.

Estas hoces, de curvas más ó menos pronunciadas, también se usan con la hoja dentada, variando muchísimo de forma; en la antigüedad ya se conocía la que representa la figura 8, que se encuentra en los manuscritos de Hexiodo y á este género pertenece también la usada en el reino de Valencia (figura 9).

La necesidad cada vez mayor de aprovechar las pajas modifica las formas de las hoces generalmente empleadas, y las guadañas con un mango de mucha más longitud las sustituyen en el aprovechamíento de rastrojos y en la siega de forrajes. La inmensa comodidad que proporciona al obrero y por consiguiente el mayor trabajo de ésta, generaliza bien pronto estos útiles, que se han ido modificando notablemente; desde la guadaña representada en la figura 4 pasa á la que indica la figura 10, que ya presenta la ventaja de que puede por la forma de su mango manejarse con ambas manos. Más tarde se adoptó la guadaña de cortar forrajes (figura 11), teniendo como tipo intermedio por la mayor longitud de un mango la guadaña de forma de gancho hoy empleada en Suecia por las espigadoras (figura 12).
De arriba hacia abajo: figura 10: guadaña para cortar rastrojos; Figura 11: guadaña para cortar forraje; figura 12: gancho para espigar; figura 13: guadaña usada en el canton de Appenzel.

A las guadañas de mango largo se añade más tarde algunos agarraderos ó se dá desde luego al mango forma á propósito para manejarlo fácilmente con las dos manos, y de estas modificaciones resultan diversos tipos entre los que podemos contar el representado por la figura 13 usado en el cantón de Appenzel y bastante generalizada en diversos países.
Figura 14: guadaña con soporte de red usada en Suecia.

Los instrumentos de la siega á mano sufren una nueva reforma; á fin de sostener la paja de los cereales ó los forrajes á medida que se van cortando y de facilitar la formación de gavillas, se añade al mango de la guadaña un soporte que puede ser de red, como el empleado en Suecia (figura 14), ó puede ser de madera de poco peso y doble, como indica la figura 15, que representa un sistema muy conocido en todos los países.
Figura 15: guadaña de doble soporte.

Figura 16: tijeras inventadas por Meores.
Figura 17: maquina de Taylor.

Con estos instrumentos se ha ejecutado la siega en todos los países hasta mediados del siglo presente, pues aunque se ha tratado de sustituir las hoces y guadañas por otros instrumentos, no han dado resultado alguno. En 1830 Meores inventó unas grandes tijeras montadas sobre dos ruedas (figura 16).

Taylor, en 1751, idea también la máquina que representa la figura 17, y que consiste en un disco al que se imprime movimiento con la mano y éste á su vez lo trasmite á una hoz, y todo ello vá montado sobre cuatro ruedas. Pero los inconvenientes que estos nuevos aparatos ofrecen hacen que se trate ya con verdadero ahinco de inventar máquinas más perfeccionadas para la siega. Desde 1785 se trabajaba activamente en el asunto, y en Inglaterra se presentaron varios modelos de escaso resultado. En 1811 Smith inventa en Escocia una nueva máquina que se creyó mucho más práctica que las anteriores, basada en el empleo de una sierra giratoria situada en la base de una rueda que se pone en movimiento por un sistema de engranaje, según puede verse en la figura 17.
Figura 17: Maquina segadora de Smith.

Nuevos ensayos y reformas de todos géneros se intentaron con poco éxito, hasta que en 1826 el reverendo Patrick Bell ideó la segadora que lleva su nombre (figura 18) , que llamó poderosamente la atención en los diversos ensayos con ella practicados. Sin embargo, en Inglaterra no fué bien acogida, y hasta que se presentó la de Mr. Mac-Cormick, de los Estados Unidos, no se extendió su empleo en la agricultura inglesa; una vez aceptada esta máquina, se ha reformado, constituyendo los diversos sistemas que ya conocen los lectores de la GACETA AGRICOLA, hasta llegar á las segadoras agavilladoras más perfectas.
Figura 18: segadora de Patrick Bell.

A la ligera hemos indicado la historia que las máquinas y procedimientos de siega han seguido, y creemos que después de conocida, no dudarán nuestros labradores lo que al principio les decíamos: hasta los ensayos más insignificantes deben tenerse muy en cuenta, pues son la base, en la mayor parte de los casos, de conquistas de mucha importancia y de verdadera utilidad práctica.

C. RODRIGÁÑEZ.
Gaceta Agrícola del Ministerio de Fomento
Segunda época Tomo VIII
Octubre a Diciembre de 1883

Nota: en el articulo se numeraban las figuras siguiendo la correlación existente en toda la gaceta. Para facilitar la lectura hemos renumerando las figuras.

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